Desde hace meses, cada vez son más las organizaciones que se constituyen en respuesta a la crisis instalada en sectores de producción y servicios, empresas en general y administraciones públicas: desempleados, profesores, médicos, bomberos (quemados y en proceso de extinción), policías, mineros, ferroviarios, inmigrantes, amas de casa, jubilados, jóvenes, personas dependientes ; organizaciones sociales que hacen que se multipliquen las movilizaciones y que éstas seguramente continúen a lo largo de los próximos meses. Dichas movilizaciones tienen un fuerte caldo de cultivo, que no es otro que las regresivas políticas neoliberales que, además, no están dando los resultados que se pretenden en su lucha contra el déficit y la deuda soberana. Más bien se puede decir todo lo contrario. El déficit y la deuda están aumentando; el desempleo y la precariedad es una realidad incontestable; la pobreza alcanza a sectores de la clase media; los pobres cada vez son más pobres; la juventud carece de futuro; peligra la cohesión social; se intenta reducir el Estado de Bienestar Social a la mínima expresión (Estado de Beneficencia) y el malestar social aumenta; una buena parte de las instituciones siguen sin renunciar a sus privilegios; las grandes empresas siguen repartiendo dividendos (el BBBV acaba de anunciarlo); y el fraude fiscal y la economía sumergida alcanzan límites insoportables (según los expertos oscila entre el 20 y el 27% del PIB, muy por encima de la media de los países más avanzados). Lo más sangrante de la situación es que están pagando el costo de la crisis los que no son los culpables de la misma, lo que agudiza el agravio comparativo y la movilización social contra lo que ya se califica como una vulgar estafa. El ejemplo más reciente y brutal se ha producido en nuestra vecina Portugal, donde las cotizaciones a la seguridad social de los trabajadores van a aumentar del 11% al 18% (los salarios perderán un 7%) y, lo que resulta más grave, las cotizaciones de las empresas descenderán del 23,75% al 18%. Una decisión intolerable, incomprensible e inútil que va a transferir, todavía más, rentas del trabajo al capital con el falaz argumento de crear empleo, cuando lo único que creará es más pobreza y desigualdad social.
Según viene reiterando Rajoy, con escasa convicción, el gran engaño que justifica las reformas (recortes) se basa en que no hay otras alternativas para salir de la crisis: no podemos gastar lo que no tenemos y, por lo tanto, hay que reducir gastos y ajustar las cuentas públicas. Para ello no se duda en aprovechar el miedo generado por la crisis y por la posible pérdida del empleo, así como por las anunciadas consecuencias (negativas) de una hipotética salida del euro. Rajoy sólo actúa sobre el capítulo de los gastos y en cambio no aborda ni quiere abordar (por motivaciones ideológicas) el capítulo de los ingresos y, desde luego, la necesaria reforma fiscal y la lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida (la amnistía fiscal resulta escandalosa e intolerable). Ese debe ser el debate con mayúscula (las desigualdades) entre la izquierda y la derecha y entre el gobierno y la oposición, encaminado a repartir de manera más justa el costo de la crisis, como pretende Hollande en Francia y Obama en EEUU, apostando, en este caso, por la reactivación de la economía.
En la actual situación, el PSOE carece de la suficiente credibilidad y confianza. Resulta poco audaz, sin fuerza y con escasas alternativas diferenciadas en relación con la salida de la crisis, el desempleo, la pobreza y las desigualdades, lo que resta eficacia a sus tareas de oposición al Gobierno. El principal partido de la oposición -víctima de su pasado reciente y de una responsabilidad mal entendida-, no acaba de enfrentarse decididamente a una política generalizada de recortes (además del aumento del IVA) que nos está conduciendo a la depresión económica y a un creciente desempleo, sin que ello reduzca el déficit y la deuda.
Esto nos indica que el PSOE debe acelerar su proceso de regeneración interna (ha hecho muy poco desde su último congreso y no es previsible que haga mucho más en la conferencia del mes de noviembre), lo que redundará en una mayor presencia en el tejido social y, por lo tanto, en una mejor relación de los partidos de izquierda con la ciudadanía que, todo hay que decirlo, no pasan por su mejor momento, influidos por el desprestigio general de la clase política.
Para ello resultará imprescindible consolidar una alternativa opositora nítida y clara a partir del reconocimiento de los errores (autocrítica) cometidos -en la anterior etapa de Gobierno- única manera de superar el escaso entusiasmo que suscita en la actualidad el principal partido de la oposición. Los puntos clave para superar la crisis no son otros que seguir reduciendo los gastos ordinarios improductivos y, desde luego, abusivos y suntuarios; dilatar en el tiempo la corrección del déficit público; reducir los intereses de la deuda (prima de riesgo); mantener la protección social y los servicios públicos esenciales; impulsar el crédito; y, finalmente, debatir el capítulo de los ingresos: reforma fiscal en profundidad (recuperar impuestos y apostar por la suficiencia y la equidad) y la lucha contra el fraude fiscal. Ello debe estar acompañado de un pronunciamiento nítido en defensa del empleo, como la primera aspiración de una política económica que se precie de llamarse socialdemócrata. En estos momentos, lo prioritario es el empleo y no la corrección del déficit público -como manifiesta Rajoy-; simplemente porque la recesión económica y el desempleo -como consecuencia de los ajustes brutales- hacen imposible que aumenten los ingresos fiscales y a la seguridad social y se corrija por lo tanto el déficit.
En este sentido, el PSOE debe ofrecer también ideas nuevas y concretas para fomentar el empleo: políticas activas de empleo; reciclaje, educación y formación profesional (sociedad del conocimiento); empleos verdes; puestos de trabajo en la economía social y en la enseñanza infantil; empleos de alto valor añadido; diseño, investigación e innovación ; en la perspectiva de un cambio de modelo productivo que no tiene cabida en la política del PP, como lo demuestra, por ejemplo, su apuesta decidida por un megaproyecto fiscalmente opaco y basado en una gigantesca y vulgar operación especulativa (Eurovegas, Madrid). También debe reflexionar sobre el futuro: ¿Y si la crisis de las economías europeas significa el fin de su supremacía? ¿Y si nuestros empleos perdidos en los países emergentes no se recuperan nunca? La respuesta no es nada fácil y estas hipótesis nos colocaría en un modelo de sociedad distinto al actual donde, incluso, tendría cabida reabrir el debate sobre el reparto del trabajo existente. Eso es lo que ha distinguido a la izquierda de la derecha en nuestra reciente historia: la apertura de debates, la presentación de alternativas nuevas y audaces- en función de los más necesitados- y una mínima planificación democrática de la economía.
En la actualidad, el PSOE debe proponer también donde gobierna políticas diferenciadas de la derecha (Andalucía, Asturias) -que es lo que la gente espera y la situación lo demanda-, para enfrentarse con garantías de éxito a las importantes elecciones a celebrar en Galicia y País Vasco, que, además, pondrán a prueba las políticas de Rajoy. En todo caso, el PSOE debe demostrar que es útil en la actual situación impulsando la contestación social si quiere evitar la fractura con su base social, lo que exigirá un compromiso decidido de acción contra las políticas neoliberales, en alianza con los sindicatos y, desde luego, ayudaría a poner en valor la política.
Las razones expuestas resultan poderosas para mantener las protestas y las movilizaciones sociales impulsadas por los sindicatos, en defensa de los derechos sociales conquistados a través de años de lucha. En todo caso, el 15-M, el movimiento de indignados y la contestación desde las redes sociales, en un contexto globalizado y con un gran auge y protagonismo de las telecomunicaciones, está siendo un revulsivo añadido y contribuye a denunciar unas políticas (neoliberales) que resultan muy negativas para los más necesitados. Una experiencia de movilización social heterodoxa que se sigue con interés en el mundo, particularmente en el ámbito europeo.
Por eso los sindicatos deben continuar impulsando y coordinando las movilizaciones sociales; sin embargo, no serán suficientes si estas movilizaciones no se convierten en una fuerte contestación generalizada hacia las políticas neoliberales que presiden la gobernanza europea. En este sentido, CCOO y UGT deben insistir y encabezar esta propuesta delante de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), con el propósito de superar una etapa donde las movilizaciones sólo han sido realidad en países por separado (Grecia, Irlanda, Italia, Portugal ), lo que resta eficacia a la acción sindical en un mundo globalizado, cuando lo que hoy se necesita es una movilización sostenida por un nuevo contrato social- en el ámbito de la UE- que frene los destrozos de una política concebida como una gran contrarreforma capaz de hacer retroceder el Estado de Bienestar Social a sus orígenes.
Por su parte, el Gobierno debe reflexionar con altura de miras y escuchar el clamor de la ciudadanía (15-S), que ya ha alcanzado su mayoría de edad. Una ciudadanía que nunca hubiera votado mayoritariamente la actual política de recortes y el reciente incremento del IVA. El voto favorable al PP por mayoría absoluta, en las pasadas elecciones, fue posible por la ocultación de unas medidas que, posteriormente, el gobierno ha venido poniendo en práctica en los últimos nueve meses, en contradicción con sus promesas electorales. Desde luego, nunca un gobierno ha dilapidado su crédito electoral tan rápidamente. Por eso, Rajoy, en evitación de males mayores, debe modificar su modo de actuar porque no puede enfrentarse solo a la crisis (ausencia de diálogo político y social), y menos gobernar en contra de los grupos parlamentarios, de los sindicatos y de la mayoría de la ciudadanía. El PP tampoco debe seguir hablando de mayoría social, porque viene incumpliendo reiteradamente su compromiso electoral con los ciudadanos. Esa es la principal razón del porqué los sindicatos reivindican una consulta popular.
* En memoria de Santiago Carrillo.