Pero sin inmutarse, el candidato socialista sigue su camino. Después de haber expuesto las grandes líneas de su programa: equilibrio de los presupuestos, pero también justicia social y crecimiento para afrontar a la vez la deuda y el paro, semana tras semana sus iniciativas marcan realmente la pauta, cuando Nicolas Sarkozy tenía la intención de llevar el debate por otros rumbos. El Presidente actual ha decidido escoger firmemente el camino de la ideología de derechas, ayudado por su ministro del Interior, Claude Guéant, que multiplica las declaraciones xenófobas para atraerse el electorado de extrema derecha. Su última ocurrencia ha sido declarar que el voto de los extranjeros en las elecciones locales, que promete François Hollande, permitiría que se impusiese en Francia el consumo de carne “halal”, es decir, según los ritos musulmanes. Esta vía le parece la única posible, ya que considera, y alguna razón tiene, que la sociedad francesa es hoy de derechas.

Pero de derechas divididas. Los sondeos no se mueven a pesar de su ofensiva, y dan favorito al socialista. Pero hay otra amenaza para el candidato Sarkozy. Después de las elecciones presidenciales vendrán las generales. El sistema electoral francés a dos turnos permitirá que los candidatos del Frente Nacional de Marine Le Pen castiguen al centro derecha del Presidente. Esto podría llevar, por primera vez desde que se cambio el calendario electoral, a que la sociedad francesa elija en un mes un Presidente de derechas y un Parlamento de izquierdas. Para salir de la crisis: ¡buena perspectiva!

Hollande acaba de tomar dos iniciativas fuertes y espectaculares. La primera, ir a entrevistarse con los laboristas ingleses para explicarles su visión de la situación y su batalla contra los poderes financieros. Recordemos que ya se había entrevistado con los socialistas alemanes, asistiendo a su congreso y pronunciando allí un discurso. Es un loable esfuerzo de explicación, que quizás sea seguido en el tiempo por una propuesta de política común del socialismo europo. El anuncio de “Der Spiegel” de una decisión común de Herkel, Cameron, Monti y Rajoy de no recibirlo, de ser exacto, situaría la elección francesa directamente en un nivel europeo. Pero todavía no estamos en ello. Hollande ha escogido la vía de la concertación socialista europea. Otra de sus iniciativas fuertes ha sido la propuesta de crear una tasa especial del 75 por ciento para los ingresos que pasen del millón de euros al año. El 65 por ciento de la población declara aprobar la iniciativa, que ha suscitado cierto escándalo entre las derechas y, de paso, también entre los millonarios del fútbol. Además, frente a las declaraciones agresivas de Sarkozy sigue insistiendo en su voluntad de reunir a los franceses, en un tono que recuerda a De Gaulle en muchos momentos. El eslogan de su campaña se parece mucho que utilizó el PSOE de los años 80, es: “El cambio ahora”.

La campaña está que arde. Pero, como decía el zorro al “Principito”, “lo esencial queda invisible para los ojos”. Lógicamente los dos principales candidatos, los que pueden ganar, utilizan la esperanza como eje de su discurso. Pero si el uno explica que la pésima situación actual se debe a la gestión del otro, éste contesta que lo ha hecho mejor que los gobernantes de otros países, lo que es falso, y ninguno de los dos se centra en las malas perspectivas que les esperan al día siguiente de la elección.

La deuda francesa se ha disparado, el balance comercial se ha hundido, la economía se estanca y el paro crece, como asimismo aumentan las desigualdades. Serán necesarios sacrificios, pero ninguno de los dos los anuncia con sinceridad. Y es comprensible, porque si la sociedad francesa percibe la crisis y prevé ajustes, no admite que se les anuncie. Desde muchos años atrás se ha acostumbrado a utilizar los dos sistemas económicos, el capitalista y el socialista, recogiendo lo mejor de uno y de otro, pero rechazando las obligaciones de cada cual. No ha escogido entre los dos, y tarde o temprano deberá hacerlo. No hay mejor ejemplo que lo que sucede con la Sanidad, un sistema muy eficaz desde el punto de vista médico y social, pero de control financiero imposible, a pesar de un copago cada vez más importante.

Pero las palabras del “zorro” también valen para nosotros. Nuestra campaña electoral ha sido víctima de un enorme fraude: el del Partido Popular. Éste partido ha mentido voluntariamente y por omisión. La razón, en boca de Rubalcaba, ha sido desoída en el griterío. Lo esencial ha quedado invisible. Y no solo en el programa económico del vencedor, totalmente falso. También en la articulación de las fuerzas políticas. Al menos el sistema francés permite que se retrate la extrema derecha, con casi un veinte por ciento de votos, cuando en España es testimonial. Es nuestra originalidad, como también lo prueba el hecho de tener una justicia que condena al juez Garzón por meterse con el franquismo. Testimonial en apariencia. Todos sabemos donde están esos votos y quiénes los representan. Y mientras no se ventile esta colusión de intereses, España tendrá un difícil y nada estable camino.