El 15 de octubre ciudadanos de todo el mundo han recorrido las calles de más de mil ciudades, en ochenta y dos países, bajo el lema “Unidos para un cambio”. De manera pacífica, han realizado un llamamiento a la movilización y participación ciudadana, para mostrar su rechazo hacia los responsables de la crisis que estamos viviendo, y para decir alto y claro que las medidas que se están adoptando están generando más sufrimiento y desigualdad a las personas más vulnerables y por el contrario, más riquezas a los responsables del desastre. Ha sido todo un éxito.
La gente está harta de la impunidad de los protagonistas y ahora, de manera local, en cada una de las ciudades, pero también de manera global, coordinados a través de internet y las redes sociales, están transformando el descontento social en indignación y la indignación en un incipiente movimiento global que reivindica la vuelta a la idea clásica de gobierno del pueblo.
Muchos poderes económicos y también políticos les insultan y quieren vincularlos a grupos antisistema o violentos. Pero la verdad, es que entroncan con aquellos defensores de la democracia ateniense que pretendían evitar que se constituya una clase separada de políticos profesionales, una oligarquía situada por encima del común de los ciudadanos. Como ellos, quieren crean mecanismos que limitan y distribuyen el poder. Nos encontramos ante una idea de ciudadanía activa que quiere tener posibilidad real de control y decisión de los asuntos públicos y que, a la vez, adquiere formación en los mismos con su participación directa.
Como se explica en la web Toma la Plaza, “los poderes establecidos actúan en beneficio de unos pocos, desoyendo la voluntad de la mayoría, sin importarles los costes humanos o ecológicos que tengamos que pagar. Hay que poner fin a esta intolerable situación.”
Y aquí, está una de las cuestiones fundamentales. Mucho se ha escrito de la imposibilidad y de las dificultades de articular movimiento políticos globales a la hora de poder encauzar la primacía de la política hacia la consecución de un mayor desarrollo democrático a nivel global. Pues bien, se ha demostrado que no solo es posible, sino que es una realidad incipiente. El 15-O ha demostrado que es posible la coordinación de una política real a nivel mundial.
Y en este punto, con el fin de evitar que sea flor de un día, es ineludible encauzar las reivindicaciones hacia la esfera de la política, para que mientras ésta cambia, y se hace más participativa, subordine la economía al bienestar de las personas. Igual que en el siglo XIX, las condiciones terribles de vida y laborales acabaron generando una conciencia de clase que desembocó en partidos políticos obreros que demandaban un programa máximo de cambio de la sociedad y un programa mínimo más centrado en la mejora de las condiciones de vida, ahora hay que conseguir esto, a nivel local y global, sobre la colaboración de estos movimientos y los partidos de izquierda.
En este periodo crítico de la historia de la humanidad podemos avanzar hacia cotas más amplias de democracia y bienestar si esto se produce. ¿Por qué? Porque creo en la urgente necesidad de crear estructuras locales y globales flexibles y abiertas, pero estructuras con objetivos claros que puedan ser puestos en marcha cuanto antes. Y eso solo es posible con la colaboración y el trabajo conjunto de los ciudadanos y los partidos políticos.
Si queremos ser nosotros, como ciudadanos, quienes decidimos nuestro futuro, son imprescindibles partidos políticos más abiertos en la esfera nacional y partidos globales que representen asuntos transnacionales de manera transnacional. Éstos, sólo pueden existir, tanto programática como organizacionalmente, en un modo plural, como movimientos nacionales y globales, como partidos para ciudadanos globales.
La democracia es la solución, porque iguala a los ciudadanos y genera igualdad. ¡¡¡¡¡¡ People of the World, rise up!!!!!!!!!