Por primera vez desde la reorganización del Partido en el Exilio un delegado de la clandestinidad no solo se atreve a contradecir a la Dirección en un Congreso, sino que lo hace en público, arriesgando su seguridad. Y su juventud no se rinde ante la reputación de tremendo polemista de su adversario, Don Inda.
No era su primera intervención pública en el exilio. Unos meses antes había defendido idénticas tesis en el Congreso de Juventudes celebrado en Toulouse.
Hoy, cuando llegan los homenajes a uno de los dirigentes socialistas de la Renovación y de la Transición más integro y coherente, pocos recordarán, ni lo saben, que hace más de medio siglo Luis llevaba con coraje e ilusión su batalla al Exilio. Este exilio que desde entonces siempre le admiró y respetó, por ser, como él lo era, fiel a sus ideas.
Luis demostró en esa ocasión que un Partido en situación dramática puede aceptar que un joven de veintidós años, poco curtido en política, se atreva a enfrentar en su máximo órgano, con valentía, las tesis de su Dirección. Luis dio el 14 de Agosto de 1961 una lección a quienes se alistan con entusiasmo juvenil y rebeldía en un Partido, sea cual sea. Una lección de coraje y solvencia moral que rechaza cualquier compromiso que choque con su convicción. Una lección que es muy útil recordar hoy, cuando doliendo el presente tanto, duele también la memoria.