Con estos datos, sorprende que el Gobierno y sus aliados en los medios de opinión y persuasión sigan echando las campanas al vuelo con respecto al cambio de tendencia. La interpretación más favorable de la última EPA se basa en que los datos de destrucción de empleo del trimestre son mejores que en el mismo período de años anteriores, sobre todo si se desestacionalizan, lo que podría indicar un cambio de tendencia, lo que no es efecto descartable, y sobre todo en que el número de parados ha descendido en 69.000 personas en 2013.

Es aquí donde la cosa se enmaraña. Si se ha bajado el número de personas ocupadas, ¿cómo es posible que baje también el número de desempleados? Recordemos en todo caso que la tasa de paro no ha descendido, sino que ha aumentado en el último trimestre y se mantiene constante respecto del mismo período del año anterior. Pues bien, es sin duda posible y lo que significa es que o bien ha aumentado la emigración, o los inactivos (los que ni tienen trabajo ni lo buscan) o más probablemente el resultado de ambas cosas. En primer lugar, hay que tener presente que aquella persona que abandona la categoría de desempleado no quiere decir que haya encontrado un puesto de trabajo. De ser así, en efecto la ocupación y el desempleo se moverían en direcciones diametralmente opuestas, lo que sería una buena notica. El hecho de que no sea así y de que la tasa de paro suba cinco centésimas en el cuarto trimestre de 2013 significa que aunque el numerador del cociente (el número de parados) se haya reducido, el denominador (la población activa) se ha reducido en mayor proporción. Como quiera que la población activa se compone de parados y ocupados, y dado que el número de ocupados según la EPA ha disminuido en el cuarto trimestre hasta 16.758.200 personas, cabe concluir que esa reducción del número (que no de la tasa, como decíamos) se debe la emigración y al pase a situaciones de inactividad (trabajadores desanimados, caída en la pobreza o la exclusión social, vuelta a los estudios, etc.)

De hecho, los propios datos dela EPA confirman esta interpretación. En 2013, la población activa se redujo en casi 270.000 personas, llevando la tasa de actividad al nivel más bajo desde 2008, al 59,43 por ciento. En columnas anteriores tuve ocasión de explicar lo que es la tasa de actividad así como su importancia. Esta tasa resulta de dividir a la población económicamente activa (ocupados más desempleados) por la población en edad de trabajar (mayores de dieciséis años). Por tanto, en términos simples, si baja la tasa de actividad es porque o bien aumenta la población adulta pero se mantiene constante la suma de empleados y desocupados (aunque puede haber transferencias de una variable a otra) o bien disminuye la población activa (por la emigración y salidas definitivas del mercado de trabajo) y se mantiene constante la población en edad de trabajar. En la práctica, ninguna variable se mantiene constante, por lo que el resultado final depende no solo de la dirección positiva o negativa de los factores sino de su magnitud. En cualquier caso, sabemos que la población adulta o en edad de trabajar no ha crecido en estos años, sino que se ha reducido por el retorno de inmigrantes a países de origen y por la salida de jóvenes españoles desempleados o inactivos en busca de oportunidades laborales fuera de nuestro país, lo que no ha podido ser compensado por el bajo crecimiento demográfico. Por tanto, para obtener la tasa de actividad más baja en el último quinquenio hay que concluir que se ha reducido el conjunto de la población activa (el numerador del cociente), al menos en mayor medida que la reducción de la población adulta total, de lo contrario la tasa de actividad sería constante, que es precisamente lo que corrobora el dato de la EPA (270.000 activos menos). En conclusión, seguimos teniendo una tasa de paro por encima del 25 por ciento, y cualquier reducción del número de parados se debe en consecuencia al aumento de los emigrantes y los inactivos, al menos en el conjunto del año 2013.