Hay salida y hay que ir hacia ella. Es cierto que vivimos tiempos de sufrimiento e incertidumbre, donde cada vez más ciudadanos están hartos y hastiados de soportar, cual Atlas, un mundo en el que sus vidas se van empequeñeciendo por la iglesias301214crisis y sus consecuencias; un mundo en el que cada vez es más complicado lograr una sonrisa en el caminar cotidiano de sus vidas y de las de sus hijos y familiares; un mundo cada vez más extraño donde es difícil comprender como estás a punto de caer en la cuneta de la sociedad, cuando estás cumpliendo con las reglas y las obligaciones que te dictaron para llevar una vida digna y feliz.

La situación es real, y enfurece aún más cuando ves un gobierno que en lugar de trabajar para los ciudadanos anónimos que demandan más bienestar, lo hace para unas elites económicas que tienen por único objetivo la codicia a cualquier precio y caiga quien caiga. Un gobierno que además no tiene pudor en mentir y engañar aunque las víctimas sean millones de ciudadanos a los que prometieron gobernar y proteger.

Todo lo anterior refleja la encrucijada en la que se encuentran las personas, la sociedad, pero también el propio sistema democrático que tanta paz y bienestar ha dado a la Humanidad. La democracia se encuentra hoy, como en otros momentos de la historia, ante el dilema de tener que elegir entre superar las contradicciones y los escasos desarrollos democráticos en muchos espacios de la sociedad con más democracia o resignarse a la victoria del capitalismo financiero globalizado y asumir el fin de la democracia como ideal civilizatorio para conseguir la igualdad.

En otros momentos de la historia, esta situación al principio también fue poco visible, cuando determinadas fuerzas totalitarias usaron la debilidad democrática para acceder al poder. Pero pronto se tornó más evidente cuando la democracia venció al totalitarismo en la Segunda Guerra Mundial. Hoy, muchos no quieren ver lo que sucede y otros se empeñan en utilizar todos los medios a su alcance, comprando incluso los medios de comunicación, para ocultar una realidad que les favorece y que ya es imposible tapar, porque afecta a la vida de millones de personas.

El año 2015 es un año donde no caben las dudas. Hay que elegir, y defender que la libertad, la igualdad y la justicia social deben ser una realidad en nuestras vidas. Para conseguirlo, los ciudadanos deben dejar de ser espectadores de la política y de sus vidas, y participar activamente en el cambio que se va a producir. Porque en 2015 se va a producir el cambio y lo que queda por saber es en qué dirección se va a construir. Si en la de cambiar algunas cosas para que todo siga igual, en la de cambiar todo para crear más inseguridad y que todo vuelva al poder de las élites, o en la de un cambio que tenga como objetivo la dignidad de las personas.

Es el momento del cambio mediante el voto en las urnas. Un cambio con garantías donde no hay tiempo que perder. Un cambio con garantías que mejore la vida de la gente. Un cambio con garantías que cambie la sociedad para que existan igualdades de oportunidades reales y donde nadie sea abandonado.

En 2015, tenemos la obligación moral de contribuir a poner en marcha otra España. Tenemos la obligación de formar gobiernos que construyan una sociedad que no esté sometida al poder arbitrario de un capitalismo financiero globalizado. Tenemos la obligación de centrar la acción de los nuevos gobiernos en la consecución de más libertad, más igualdad y más justicia social para todos.

La política es la que puede cambiar las cosas, y en los Parlamentos y en los gobiernos es donde se materializan los cambios. Por tanto, hay que pasar de espectador a protagonista. Tu participación y tu voto van a hacer una España mejor en 2015.

¡Vamos!