Por tanto, no es momento de dejarse llevar por desahogos, por cálculos personales o por el brillo superficial de lo aparentemente nuevo e ilusionante. Ahora más que nunca hace falta templanza de ánimo, rigor en los análisis y responsabilidad en las decisiones.

Acabamos de salir de una derrota electoral contundente, y la mirada introspectiva resulta lógica como primera reacción. ¿Qué nos ha pasado? ¿Cómo estamos? ¿En qué tenemos que cambiar?

Ahora bien, esta mirada inevitable hacia nosotros mismos no debe hacernos caer en la tentación de limitar el meollo de nuestros debates y de nuestras conclusiones a la manera en que hemos de organizarnos. Y tampoco puede cegarnos de tal modo que nos dejemos llevar por la primera promesa de recuperación mágica que pase por delante.

El Partido Socialista ha sido tradicionalmente respetado dentro y envidiado fuera por su eficacia y por su democracia. Por las dos cosas. Y ahora debe adaptarse al nuevo tiempo y a las nuevas demandas ciudadanas de más y mejor democracia. Hemos de ofrecer más participación a militantes y simpatizantes. Hasta la elección directa de nuestros candidatos y líderes. Nos conviene, y está en nuestro ADN.

Pero los socialistas debemos tener claro que no hemos perdido crédito social y votos por nuestros procedimientos internos. En el año 2008 obtuvimos más de once millones de votos con los procedimientos vigentes. Los progresistas de este país no se van a impresionar por el número de afiliados o de simpatizantes que participen en la elección de nuestros portavoces. Tenemos que hacerlo, lo haremos, pero se equivocan quienes piensan que ahí está la clave para la recuperación de la confianza de los ciudadanos.

La mayoría progresista dejó de votarnos porque dejó de creer en nosotros. Y dejó de creer en nosotros porque no resolvimos sus problemas, fundamentalmente en la crisis económica y el paro galopante. Y, además, actuamos contra nuestras promesas y contra nuestros principios. Insolvencia e incoherencia. Ahí ha estado nuestro problema. No en la falta de democracia interna.

Muchos ciudadanos que comparten valores progresistas piensan que los socialistas no tienen una alternativa propia frente a la crisis. Piensan que la derecha sí tiene una alternativa, dolorosa pero válida. Han interiorizado que la austeridad y los recortes son el único camino. Han visto como lo practicábamos nosotros mismos, con poco éxito por cierto. Y, puestos a votar, mejor el original que una mala copia.

Por lo tanto, el próximo fin de semana en Sevilla los socialistas debemos plantearnos como objetivo fundamental el perfilar una alternativa de izquierda para salir de la crisis y crear empleo. Los mimbres están ahí, en nuestros valores de siempre y en las recetas que preconizan los especialistas más reputados. Valgan estos diez puntos para ordenar el debate:

Una economía justa para una salida justa a la crisis.

1. Un gobierno económico común en Europa.

2. Una flexibilización inteligente en los objetivos y los plazos del ajuste fiscal.

3. Unos estímulos públicos adecuados para la reactivación económica.

4. Una regulación antiespeculativa de los mercados financieros.

5. Un Banco Central Europeo que respalde al euro y a las deudas soberanas.

6. Una estrategia económica que combine competitividad y solidaridad.

7. Una fiscalidad suficiente y progresiva.

8. Unas reformas estructurales que mejoren la productividad europea.

9. Una consolidación eficiente del modelo social europeo.

10. Una reorientación de toda la política económica hacia el objetivo prioritario de crear empleos.

Si la única salida es una salida europea, nuestro instrumento organizativo tiene que europeizarse también. El futuro del Partido Socialista será europeo, o no será. Es más, el futuro de las políticas socialistas será europeo, o no será.

Puede que estas hayan sido las últimas elecciones a las que hayamos acudido bajo las siglas del PSOE. Puede que acudamos a las próximas citas electorales bajo la denominación de Partido Socialista de Europa. Al menos, en las elecciones al Parlamento Europeo. Por ahora.

Estas son las cosas que importan, y que deberían centrar nuestras discusiones, porque son las cosas que esperan los ciudadanos y que nos pueden devolver la confianza perdida.

¿Mejorar la democracia interna? Claro que sí. Pero la calidad democrática tiene que ver con algo más que el número de participantes en una votación. Otro objetivo loable para este Congreso consistirá en mejorar la cultura democrática en el seno del partido.

¿Qué es esto? Que los órganos ejecutivos deliberen en libertad y dirijan con eficacia. Que los órganos de decisión colectiva decidan colectivamente. Que los órganos de control, controlen, y no se limiten a glosar el discurso de los líderes. Que la militancia socialista sea tan social como orgánica. Que los ciudadanos interesados en participar de nuestros debates y de nuestras decisiones encuentren facilidades y no obstáculos en nuestra estructura…

Hay mucho por hacer. De nuestro acierto dependen las mejores esperanzas de mucha gente. Trabajemos desde esta responsabilidad.

El liderazgo también importa. Mucho. Yo no escondo mi apuesta. Creo que la apuesta segura y solvente es Alfredo Pérez Rubalcaba.