Creíamos las mujeres europeas que nuestros derechos nos daban garantías para pelear por un mundo de iguales, para que la sociedad se construyera con otra mirada, para comenzar a ofrecer medidas diferentes en la economía, la arquitectura, el urbanismo y todas aquellas actividades prioritarias que se habían cerrado a nuestra participación.
Soñábamos las mujeres europeas sin imaginar que todo nuestro castillo de derechos podía ser tan frágil como los naipes.
Europa era la cuna de los valores, de las revoluciones, de las conquistas. Y hoy descubrimos que la violencia machista tiene también adjetivo “occidental”, que las mujeres europeas han sufrido acoso o violencia en un grado inimaginable, que los países llamados “avanzados” del Norte de Europa no escapan a la cultura machista de la propiedad de la mujer, los celos, el abuso, … Y, probablemente, nos quedamos con la duda de que los países del Sur no tienen menos cultura machista (¡ni mucho menos!), sólo ocurre que la asumimos con mayor naturalidad, nos parecen normales ciertos comportamientos y actitudes que otras mujeres denuncian.
España podía dar ejemplo hace unos años en su lucha legislativa y política contra la cultura machista. Pero hoy, el Gobierno nos hace bajar la cabeza y avergonzarnos. La cruzada del PP contra los derechos de las mujeres comenzaron con la rebaja de prestaciones en dependencia, anulando empleos que iban dirigidos fundamentalmente a las mujeres y dejando que fueran nuevamente la familia, es decir, la mujer, quien “con la pata quebrada y en casa” se hiciera cargo de la atención a los mayores; llegaron también las rebajas en educación, en becas de comedor, en ayudas extraescolares que facilitaran la convivencia familiar y la incorporación de la mujer al mundo del trabajo; continuó con la retirada de la asignatura de Educación para la Ciudadanía; llegaron los incumplimientos en materia de seguridad y prevención; comenzaron a cerrar sedes autonómicas vinculadas al Instituto de la Mujer (bibliotecas o sedes auxiliares) por falta de recursos; siguieron con la retirada de fondos para asociaciones reivindicativas vinculadas a la lucha por los derechos de las mujeres.
Llegó la ley del aborto para hacernos retroceder a los años 80, tal y como reconoce el propio Gobierno. Vino la alianza con la Iglesia para enseñarnos los valores de “sumisión y docilidad”. Y tantas y tantas otras cosas para justificar que el “feminismo es algo trasnochado”, como alguna joven de la derechona se atreve a proclamar cuando todo le ha venido “regalado” por el sudor, el esfuerzo, y la pelea de tantas otras que nos precedieron.
Así que, si alguien pensaba que el 8 de marzo ya había sido superado y era tan solo una manifestación de “mujeres nostálgicas” de su feminismo, hoy se ha convertido en un grito de atención: “hoy vienen a por mí, mañana también será a por ti”.
Hemos retrocedido en materia de derechos y libertades en nuestra querida España (“si Machado levantara la cabeza”), pasando de ser líderes en la defensa de derechos constitucionales de los ciudadanos a tener un Gobierno criticado por toda Europa, incluidos los partidos más extremos de derechas (véase a Marie Le Pen); tendremos una ley de interrupción del aborto que es una completa hipocresía política, que despierta los valores morales más incultos y maniqueos.
Se incrementa la violencia de género, introduciéndose en la cultura de nuestros adolescentes como algo “permitido” y asumido, mientras el Gobierno rebaja sus presupuestos, dejándola fuera de sus prioridades, vaciando de contenido la Ley contra la Violencia de Género.
Si el empleo está mal para todos los sectores, las mujeres de más de 30 años encuentra su salida en una vuelta “al hogar”, a las tareas de casa, a cumplir con “lo que Dios manda” como tanto le gusta a Rajoy recordar en sus intervenciones. Seguimos siendo el colectivo con mayor precariedad, con trabajos temporales y con menor retribución. Pero es necesario que tengamos tiempo libre para cubrir las tareas sociales que el Gobierno del PP ya no está dispuesto a pagar. Nosotras salimos gratis.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí en tan solo dos años?
La respuesta tiene un nombre y un responsable: el Gobierno de Rajoy.