Lo que supone que ante una proposición que desde hace dos años es política oficial de la Generalitat, de los partidos que la gobiernan, de las asociaciones vinculadas al poder que la machacan, de los medios de comunicación afines que son la única voz que se pueda realmente oír en Cataluña, la inmensa mayoría de la sociedad no ha dado su aprobación.

No se pueden comparar las cifras con elecciones anteriores, aunque abundarían en el mismo sentido, porque esta vez se trataba de homologar el nacimiento de un nuevo país. Y para que nazca un nuevo país se necesita más de la adhesión, por entusiasta que sea, de la tercera parte de sus habitantes. ¿Cómo se puede construir un Estado cuando las dos terceras partes le dan la espalda cuando quiere nacer?

Pero no quiero con ello decir que CIU y Esquerra han fracasado en su intento. Han realizado una nueva Diada en las urnas, no una consulta electoral, tal y como se hace en Democracia con campaña electoral equitativa, censo controlado, mesas electorales plurales, escrutinio controlado… Pero esto no les importa, ya que metidos en una callejón sin salida, o con mala salida, lo que desean es plantear un conflicto con el Gobierno español. Eso es lo que dicen, en realidad el conflicto lo tienen planteado con el pueblo español.

Desde la realidad matemática que señalamos, se puede estimar que es posible recomponer la relación. Ya no se trata de convencer a la tercera parte de quienes se han manifestado por la independencia, van a ir cada día a más provocaciones, más arbitrariedades. Se trata de dirigirse a las dos terceras partes que no se han movido o lo han hecho desaprobando la locura. Y para ello hay que hacer propuestas en las que vean representados sus anhelos, sus problemas, su porvenir. Y ello se puede hacer sin despreciar a quienes quieren una Cataluña propia. Porque a una minoría tan importante como la que se manifestó el 9N hay que respetarla.

De la misma forma que a los acérrimos, algunas veces histéricos, defensores de la independencia catalana no se les hará entrar en razón, igualmente no podemos creer en la capacidad de Rajoy y de su PP para resolver un problema de tal importancia. A los unos y a los otros les falta la audacia y la inteligencia de una política de Estado. La hora de una España Federal debe llegar, cuanto antes.