Cuando Henry Ford diseñó la producción masiva de coches, pensó a la vez en el consumo social de sus productos. No tenía sentido fabricar mucho si no tenía consumidores. ¿Y quiénes eran sus compradores? ¡Sus mismos trabajadores! El aumento de las condiciones salariales y laborales de sus trabajadores no era una acción beatífica, sino estratégica económicamente.

Cuando en Alemania se levantó un movimiento denominado “Ricos por unas tasas para los ricos” no se trató de una actuación altruista o bobalicona, sino una muy inteligente de quienes saben que no es suficiente la riqueza de unos pocos para levantar un país; así lo definen las declaraciones de Dieter Lehmkuhl (uno de los alemanes más ricos) cuando advierte que “es imposible sostener un modelo de sociedad en el que un 10% de los alemanes tiene el 70% de la riqueza”, un desequilibrio que se ha acentuado gravemente con la crisis económica.

La Historia reciente ha dado ejemplos de que la austeridad galopante que lleva a la desigualdad, al sometimiento individual, a la indignación social, y a un clima altamente inflamable, puede terminar en consecuencias dramáticas, como ocurrió con la Gran Depresión de los años 30 o el ascenso de Hitler en Alemania. Ambas situaciones fueron producto de unas políticas neoliberales rígidas e inflexibles, aplicando el sacrificio como mano dura de ajuste, y llevando al límite la reducción del bienestar; y la solución fue en ambos casos: expansión productiva pública, aumento salarial, fomento de la industria y el trabajo. Sólo que en un caso triunfó la democracia y en el otro la mayor barbarie de la Humanidad.

Merkel y Rajoy se empeñan en seguir adelante estrangulando la economía de un país que no va a poder generar más empleo, que va a crecer de forma descomunal el desempleo público y privado, que paraliza el consumo interno y que crea un ambiente insostenible socialmente a la espera de que una cerilla prenda convirtiéndose en un drama imparable.

Estamos en una nueva era de revolución industrial: se necesita menos mano de obra que nunca para producir más, es decir, menos trabajo para más producto; se necesita la innovación para incentivar a los jóvenes al autoempleo con la apertura de nuevos sectores productivos basados en la investigación, la ciencia, la cultura, el medioambiente, la salud, …., en cambio, penalizamos al máximo la capacidad del consumo interno del país, impidiendo las salidas laborales; aumentamos los impuestos directos a quienes están sufriendo los recortes, sabiendo que no van a poder pagar sus compras, es decir, compraremos mucho menos que antes por lo que produciremos mucho menos.

Los empresarios se alertan de que no hay quien compre sus productos, salvo los chinos, pero no sé de qué nos extrañamos cuando vemos cómo cierran negocios pequeños, empresas medias, y locales, uno tras otro, porque la economía la estamos paralizando a fuerza de recortes, rebajas, temores, miedos, represalias, e impuestos injustos a una clase media que ya no se reconoce como tal.

Necesitamos menos horas de trabajo, y en lugar de repartirlo, lo concentramos en unos pocos aumentando sus jornadas; necesitamos consumir más, pero rebajamos los salarios para imposibilitar el consumo; nuestro país se hace más pobre, pero aumentamos los impuestos directos para llevarlo con mayor sufrimiento; necesitamos innovar y crear, pero exportamos a nuestros jóvenes preparados secando la savia de España.

Y el resto del mundo mira atónito a Europa preguntándose, ¿qué necio está al frente del timón?

La Historia está llena de estupideces dramáticas con consecuencias inimaginables, porque a veces el número de egoístas necios o ciegos que se juntan por metro cuadrado de poder es inversamente proporcional al sentido común.