Los expertos se han apresurado a recordar que la incidencia de los delitos graves entre las personas que están entre los 14 y los 12 años es prácticamente insignificante y que el problema no está ahí. Pero los estrategas del PP han conseguido un doble objetivo: por un lado presentarse ante las clases medias urbanas como los más duros y estrictos guardianes del orden y, por otro lado, forzar al PSOE a situarse nuevamente a la defensiva, intentando demostrar con cifras y argumentos que la propuesta de Rajoy no es apropiada ni necesaria. El problema es que, en medio de estos rifirrafes, el PP mantiene cohesionado al bloque central de su electorado conservador, al tiempo que intenta ganar puntos entre el electorado más de extrema derecha que, aunque exiguo, puede ayudar a arañar algún escaño, al tiempo que es posible que gane también algunos apoyos en sectores especialmente sensibles ante los problemas de la inmigración y la delincuencia.

De rebote, una campaña demasiado cargada de argumentos negativos y demasiado trufada de refutaciones cruzadas puede tener efectos desmovilizadores entre aquellos electores que demandan propuestas concretas, positivas y bien articuladas.