Tanto PP como PSOE tienen deberes previos que realizar y encrucijadas que resolver.

El PSOE volverá con el dolor de cabeza de la elección de candidatos y las posibles primarias. Resulta paradójico, pero comprensible, que las primarias se hayan convertido en un problema para el partido, en lugar de una solución democrática. Vivimos en un país donde se critica continuamente la falta de democracia interna de los partidos políticos, las estructuras jerarquizadas, la extrema disciplina donde se pierde el individuo en pro de la dirección; se aborrecen los mensajes lineales y simplistas, las frases electorales y demagógicas, los titulares fáciles; se echa de menos la vitalidad de la militancia; pero cuando un partido político como el PSOE pone en marcha un mecanismo democrático tan potente como la elección directa en voto secreto por sus militantes del cartel electoral, desde fuera se ve como un “lío”, “una jaula de grillos”, “una pelea continua”, e inevitablemente, como un elemento de debilidad de liderazgo frente al contrincante electoral. Por eso, las direcciones orgánicas acaban temiendo el enfrentamiento en primarias; por dos razones: una, porque mediáticamente da riendas a la percepción de la debilidad orgánica y al jaleo interno, y dos, porque la dirección puede perder su apuesta por un candidato favorito.

Sólo hubo dos elecciones internas que de verdad constituyeron la esencia de lo que se pretendía: aquel “duelo” entre Almunia-Borrell, que supuso la movilización de una militancia desencantada y asustada, la ruptura de una dirección esclerótica, y la ilusión incrédula de una sociedad progresista que pensó que todo era posible. Y la votación a secretario general donde ganó Zapatero: por tan solo un puñado de votos, el PSOE inició la renovación de su estructura orgánica.

Pero el tiempo va poniendo “las cosas en su lugar”, como diría un flemático liberal. Y esas “pequeñas revoluciones democráticas” sólo se utilizan en casos muy extremos donde, aplicando el refrán, “de perdidos, al río”. Mientras, la organización política, renovada o antigua, sigue los mismos cauces orgánicos y las mismas decisiones jerárquicas.

En contra de que el experimento de primarias sea una realidad aceptada y defendida, está el hecho de que el resto de partidos no lo utiliza, por lo que, la democracia interna se convierte (como decía antes) en debilidad y no en fortaleza, y que, socialmente, tampoco parece percibirse una demanda imperiosa, pues la apática relación entre la política y la sociedad no ha encontrado cauces de protesta y reivindicación de otras formas orgánicas por parte de la prensa, los intelectuales, los tertulianos, o los propios ciudadanos.

En frente del PSOE, el PP tiene mucho más fácil su elección de candidatos, porque se hace con el dedo extendido. Bien lo sabe Rajoy. Eso evita muchos problemas, pues así los militantes no tienen nada que pensar, nada que decidir, nada que votar.

Ahora bien, no le va a resultar fácil a Rajoy la decisión de determinados candidatos o cabezas de lista. Aunque da la impresión de que optará por lo “más conservador”, haciendo gala a los valores que defiende. De momento, en Madrid, ya ha apagado el fuego, diciendo que “eso de los espías” hace daño al partido. No el hecho de tener espías que espían a los propios compañeros; el daño lo hace denunciarlo. Más vale mirar a otro lado, y en aras de la estabilidad, con una pinza en la nariz, seguir adelante y aparentar “amistad” en las relaciones donde sólo existe desconfianza y rencores mutuos. La estética por delante de la ética.

¿Y en Valencia? “Camps será candidato”, se proclama a los cuatro vientos. Da igual lo que ocurra con Gürtel, con el juicio, con una estructura gubernamental fracasada, podrida, soberbia, y agotada. Da igual que Fabra siga, pese a las graves imputaciones imposibles ya de negar. Da igual que Ripoll tenga serios problemas judiciales. En la Comunidad Valenciana, campsistas y zaplanistas, ambas facciones se han dado la mano, porque la corrupción les ha unido en busca de una estabilidad donde salvar a todas las manzanas podridas.

Estoy convencida que Camps será nombrado candidato en septiembre. Rajoy no podrá negarse. Él sabrá cuánto sabe y cuánto calla. Pero tengo el presentimiento de que no será cartel electoral.

El problema del PP es muy serio. No se trata de democracia interna, ni de buscar a los mejores candidatos, ni de ofrecer un programa alternativo, ni de resolver las crisis de gobiernos paralizados y anonadados como el valenciano. Se trata de cómo esconder la porquería debajo de la alfombra para que no se vea, y judicialmente no la pillen.

¿Volverá Ripoll a encabezar Alicante? ¿Seguirá Federico Trillo, aladid de la renovación judicial en versión del PP, como diputado en Madrid y número uno? ¿Resistirá Fabra a quien el PP compadece, no por haber robado o mentido, sino por estar enfermo? ¿Veremos a Ricardo Costa rehabilitado y en las próximas listas o incluso en la renovación de gobierno de Camps?

¿Dónde se comprará Camps los trajes para la campaña electoral?

La solución: a partir de septiembre. Mientras tanto, ¡buen descanso, amig@s!