Sin embargo, los datos que analizamos en la última entrega de esta serie de Tendencias muestran que no solamente hay un electorado de centro desencantado y distanciado entre las filas del PP, sino que también el PSOE se puede ver afectado por estas nuevas tendencias políticas. Posiblemente, hoy por hoy, el PP pueda serlo, en mucho mayor grado, sobre todo si persiste en la senda de la radicalización de los discursos y las propuestas. De hecho, es harto probable que el ejemplo francés influya en esta dirección, sobre todo entre aquellos que se mantengan en la superficie de los datos, sin tener en cuenta la incidencia específica del modelo mayoritario francés a dos vueltas.

Aun así, no faltan los que piensan que cuando algunos sociólogos y estudiosos políticos analizan –analizamos– las tendencias y posibilidades del centro político en España lo hacemos motivados, básicamente, por intereses personales o de grupo. Es decir, porque somos de centro, o lo queremos, o porque nos gustaría ver erosionarse electoralmente a uno de los dos grandes partidos políticos españoles. O, a los dos. Sin embargo, en mi caso no se da ninguna de estas dos circunstancias, sino un interés analítico -que procuro que sea lo más imparcial y objetivo posible- sobre la evolución de las tendencias políticas y sociológicas de fondo y, por supuesto, al mismo tiempo (pero sin mezclar ambos aspectos) debido a una sana preocupación por la buena gobernabilidad de España.

En el trasfondo de los análisis de esta serie, por lo tanto, también existen intereses, ¿por qué no?. Pero estos intereses –al menos para mí– no son otros que la optimización de nuestro sistema de representación en una forma que permita que cada cual se pueda ver mejor reflejado en el Parlamento y, desde luego, la posibilidad de lograr que la gobernabilidad de España se oriente por una senda de racionalidad y buen funcionamiento, y que no se vea lastrada por la bipolarización, ni por las hipotecas excesivas de aquellos que hacen “valer” sus escaños en direcciones problemáticas y muy por encima de la cantidad total de votos que los respaldan.

Por lo tanto, creo que el debate sobre el futuro del centrismo en España no debe enfocarse a la luz de estrechos cálculos tacticistas en torno a quién podría beneficiar o perjudicar más, sino que debe plantearse, como hipótesis, en base a datos empíricos rigurosos y, como proyecto, en términos del INTERÉS GENERAL. A ello, específicamente, me referiré la semana próxima.