Sin embargo, la última visita de Rajoy a La Moncloa ha dejado una sensación agridulce en la opinión pública. Eran tantas las expectativas creadas, eran tantos los asuntos que resolver, que el acuerdo para la reforma de la Ley de Cajas de Ahorros y la declaración de apoyo para el reflote de Grecia han sabido a muy, muy poco.

Con un ambiente enrarecido, con un González Pons cizañeando horas antes de la reunión y Esperanza Aguirre pidiendo el adelanto de las elecciones, estaba claro que el Partido Popular acudía a la convocatoria con más ganas de hacerse la foto que de verdaderamente tratar de ayudar al Gobierno y de fortalecer los intereses objetivos de España en un momento económico tan delicado, con la Bolsa efervesciendo a merced de rumores vanos… Pensar en los réditos electorales de cualquier movimiento, declaración o foto en estos momentos no es aspirar al bien de los ciudadanos. No alienta prácticamente a nadie y confunde a una ciudadanía deseosa de soluciones y de acuerdos de mayor alcance. Nadie dijo que hacer oposición fuese una tarea sencilla, pero estaría bien que, al menos, el PP lo intentara en momentos como los actuales, que requieren mayor capacidad de acuerdos y más altura de miras.