Cuando aún no se han apagado los ecos del lamentable incidente de Esperanza Aguirre con el Rey, la impulsiva dirigente ultraconservadora ha vuelto a dar un sonoro campanazo que puede tener efectos decisivos sobre los resultados de los próximos comicios. Resultados de los que, si son adversos para el PP, seguro que Aguirre y sus aliados se apresurarán a responsabilizar al dubitativo Rajoy. Por ello, Rajoy ha cometido un error de fondo optando por Aguirre, que no le añade más votos de los que ya tiene, en vez de por Ruiz Gallardón, que le podría proporcionar credibilidad y apoyos adicionales entre significativos sectores de centro que actualmente están dudosos.
La dureza y el extremismo de Esperanza Aguirre, que amenazó con dimitir como Presidenta de la Comunidad de Madrid si se incluía a Ruiz Gallarón en la lista de candidatos, incluso en un puesto secundario, revela que estamos ante un enfrentamiento cainita, en el que poco importa poner en crisis –de fondo y de credibilidad– a un gobierno tan importante como el de Madrid, con tal de no dejar vía libre –aunque sólo sea como diputado– a un adversario político. ¿Si esto se hace a esta escala y con un “compañero de partido” que se estará dispuesto a hacer en otros planos y con personas de otros partidos? ¡Que se lo pregunten a Rafael Simancas, por cierto!
A partir del juego de Esperanza Aguirre, hiciera lo que hiciera Rajoy, el resultado es que perdía. El problema es que, posiblemente, ha elegido la peor pérdida, echando tierra de inmediato sobre el posible “efecto Pizarro”.