Una de las limitaciones que más se observan en las democracias actuales y que pueden acabar destruyendo el sistema es el alejamiento de los ciudadanos de la política. Esta apatía política que es provocada por distintos factores ( modelo de participación, sistema de partidos, capacidad de decisión…) está promovida por los poderes no democráticos que pretenden unas democracias debilitadas y alejadas de la población para poder aumentar su poder e imponer sus posiciones sin ser refrendadas en las urnas.

Vivimos una gran paradoja, mientras en las sociedades del siglo XXI la mayoría de los habitantes del planeta conciben la democracia como el mejor de los sistemas para que las personas vivan en libertad y con unos mínimos de igualdad, en las sociedades con democracias asentadas sólo una pequeña parte de la población se interesa realmente por la política, y los ataques que se producen hacia su funcionamiento solo tienen repercusión u oposición en ocasiones seleccionadas bajo intereses económicos. Sino ¿como se explica que no se diga nada y menos se haga algo cuando un presidente democráticamente elegido aprueba gobernar por decreto antes de que la oposición ocupe sus escaños en el parlamento?

La democracia es un proceso de articulación de la representación política, pero también un sistema orientado a buscar las mejores soluciones a los problemas sociales planteados en la convivencia Por ese motivo, hay que conseguir profundizar en la democracia con mayor participación de los ciudadanos en la toma de decisiones para evitar que la democracia muera de éxito.

Los resultados que se obtienen en la encuesta de Tendencias Sociales de los últimos diez años son muy reveladores. Ante la pregunta sobre el interés de los ciudadanos sobre cuestiones políticas, en promedio, seis de cada diez ciudadanos se declaran poco o nada interesados. El resultado es clarificador, el 60,6 % en 2001, el 57% en 2004, el 61,1% en 2006 y el 58,54 % en 2009 dice tener poco o ningún interés por la política. Y sólo un 16,5 %en 2001, un 19,9% en 2004, un 17% en 2006 y un 19,78% afirma tener mucho o bastante interés.

Los datos se mantienen prácticamente constantes en el tiempo, a pesar de los distintos gobiernos y las diversas coyunturas políticas y económicas, lo que muestra uno de los graves problemas que se están produciendo en las sociedades democráticas occidentales desde finales del siglo XX. El alejamiento de los ciudadanos de la política, la desmovilización creciente en la sociedad y una menor implicación fruto del protagonismo de los valores individualistas

El alejamiento de los ciudadanos de la vida política en nuestro país viene acompañado por una predisposición negativa a participar que, si bien en un determinado momento se podía relacionar con los largos años de dictadura que hemos sufrido en España, ahora está más en consonancia con la falta de instrumentos democráticos eficaces y reales de participación de los ciudadanos.

La democracia hoy no puede ser votar cada cuatro años, sino una participación amplia de los ciudadanos en todos los ámbitos de su vida, incluido el económico-laboral y, sobre todo, en el político e institucional. Esto significa participar individual y colectivamente en distintos ámbitos, en diferentes periodos aunque no en todo momento. La participación con decisión lleva aparejada mayor compromiso ciudadano con la realidad de su entorno y con las cuestiones políticas que tienen que formar parte de la agenda de la comunidad y de los gobiernos. Lo contrario, la participación sin decisión, lleva a los ciudadanos al alejamiento de la política al ver que su esfuerzo colectivo tiende a ser estéril.