La ciudadanía ya no es indiferente, ahora está indignada, y además muchos sufren una crisis que les ha venido encima sin esperarlo, sin estar preparados, y en algunos casos, siendo víctimas claras de la injusticia o la estafa, como el caso de los desahucios o de las preferentes.
Lamentablemente, a veces, surge en las conversaciones la preocupación de que cualquier día ocurrirá algo irremediable, porque las manifestaciones que se suceden una tras otra están cayendo en saco roto frente a la insensibilidad del Gobierno. Mareas verdes, la sanidad, la ciencia, la cultura, los estafados, los desahuciados, los dependientes … son claramente ignorados bajo esa consigna del PP de que hay que escuchar “a la mayoría silenciosa”, como si todos los que estuvieran en sus casas significara que apoyan esta desastrosa gestión del PP. El PP siempre suele actuar así: ¡a toque de corneta! Todos a una repitiendo el mismo mensaje a ver si así consiguen cambiar la percepción social, ya que no pueden cambiar la realidad. Y como la gestión del Gobierno y la valoración de sus ministros cae en picado, en vez de remediarlo modificando sus acciones y escuchando los lamentos de los españoles, deciden hacer una campaña de promoción, donde todos sus cargos públicos salgan a explicar lo inexplicable.
Y en este ambiente espeso y extraño, como si fuera el preludio de una tormenta a punto de estallar, el paro sigue subiendo. Menos que otros años, ¡faltaría más!, si ya estamos casi todos parados, en ERE, reducidos, acomplejados, recortados, …
Por eso, llamo la atención a la responsabilidad que el PP tiene sobre unos acontecimientos que últimamente se suceden en un tiempo demasiado corto y que ya no parecen accidentales: la exposición de banderas preconstitucionales, de esvásticas, de elementos fascistas y nazis, y de jóvenes (o no tan jóvenes) cachorros con el brazo en alto.
No sé cuánto de preocupado estará el PP por lo que está sucediendo, pero sí estoy convencida que debe cortarlo cuanto antes, y no puede dejarlo crecer.
Si algo está recorriendo Europa es la angustia y la preocupación por el aumento de sentimientos xenófobos y racistas, así como el pensamiento ultraconservador y fascista. Grecia ha dejado crecer un movimiento como Amanecer Dorado, al que ahora debe eliminar por la fuerza, con las consecuencias que eso pueda tener en el seno de su sociedad. Y por cierto, parece que mantuvieron contactos con defensores del fascismo español.
No estamos hablando de juegos, ni siquiera de juegos peligrosos. Esto es mucho más serio. Más populista. Más demagógico. Más irracional. Más furibundo. Y sus consecuencias más violentas y criminales.
El PP debe analizar qué ocurre en sus filas. Si se trata de jóvenes con falta de conocimiento político, necesitan mucha formación y pedagogía, mucha historia y mucha formación, pero no se les puede reír las gracias. Si se trata de que la extrema derecha que está agazapada en sus filas ruge y se despierta, debe frenarla; no es una cuestión de votos. El PP no puede apartarse ni un milímetro del Estado de Derecho y de las reglas democráticas; no puede dejar crecer o alentar movimientos fascistas en su seno, porque luego no los podrá frenar fácilmente.
Y lo que debe de inmediato eliminar es la ambigüedad de algunos de sus cargos públicos, como el caso de la alcaldesa de Quijorna, que fue incapaz de condenar de forma enérgica lo ocurrido en un colegio público, y además asistir posteriormente a un acto del bando nacional. De la misma forma, no debe permitir que se utilicen los argumentarios facilones como los que hemos oído últimamente: “no me gusta el fascismo como no me gusta Lenin”, “o todo es parte de nuestra historia”, “o yo no le di importancia a lo que ocurría”.
El PP ha ido escurriendo el bulto con temas como la recuperación de la memoria histórica o el juicio a la dictadura de Franco con la excusa de “no molestar ni abrir viejas heridas”. Sinceramente, creo que España está siendo excesivamente benevolente con su pasado histórico, y de eso se aprovecha el PP. Pero tiene que poner un límite, aquí si hay rayas rojas que no debe traspasar. Si no, luego lloraremos todos.
Rajoy y el PP deben combatir estos actos reforzando el Estado de Derecho, le pese a quien le pese, y caiga quien caiga. Aunque sea tímidamente, esta semana se produce el juicio a Carlos Fabra, ¡diez años después! Un personaje siniestro que no debería ocupar plaza política desde hace muchos años, y a quien el PP le sigue acogiendo por un sentimiento parecido al miedo. La victoria del Estado de Derecho es que nadie está exento de sentarse en el banquillo de acusados. El PP está pasando la peor época de su organización: Carlos Fabra, Gürtel, Bárcenas, Matas, y tantas estafas acumuladas. No es fácil tirar de la manta ni limpiar la suciedad interna cuando se ha acumulado a conciencia, voluntariamente, y siendo consciente de lo que se hacía; y además, limpiar puede suponer que algunas primeras espadas del PP deberían dejar su cargo y, quizás, pasar también por el banquillo.
Pero haga lo que haga el PP en su defensa, incluso aunque utilice para ello la mentira, la manipulación o la demagogia, no debe pasar la raya roja que nos hunda en el infierno.
No ha pasado tanto tiempo desde la Segunda Guerra Mundial y desde nuestra dictadura franquista para que hayamos olvidado las consecuencias.
El mayor error del ser humano es no tener memoria.