El caso lleva abierto más de dos años desde que se hizo público en los medios de comunicación, aunque su investigación policial es anterior a que estallara la crisis económica. Sorprenden algunas cosas, entre ellas, la debilidad de la memoria colectiva:
1) Hoy, Camps y Costa no han recibido el apoyo jaleado de su partido: ni a nivel nacional, ni autonómico, ni de los propios militantes que llenaban los mítines hace unos meses cuando el primero se presentó como candidato estando imputado por la justicia. Camps es el mismo hoy que ayer, pero su partido ha hecho un ejercicio de “olvido rápido”, intentando pasar página, para así evitar asumir responsabilidades, dejando que sean otros quienes eliminen el problema a Rajoy.
2) Aunque Camps ya no es Presidente de la Generalitat, un hecho que resultaba inaudito estando imputado por cohecho, no es cierto que esté apartado de la vida política, pues el PP prefiere mantenerlo con las prebendas necesarias del cargo público (ambos siguen siendo diputados autonómicos).
3) Nuevamente ha sorprendido al sentido común el comportamiento del Sr. Camps apareciendo sonriente, saludando a las cámaras como si fuera a un baile, enfrentándose a la fiscal y al juez, e intentando embarrullar lo ocurrido.
4) El caso Gürtel no son los trajes, sino por qué Álvaro Pérez y Francisco Correa recibían dinero de la Administración valenciana hinchando facturas, falsificando conceptos por informes y trabajos no realizados, o encubriendo gastos que correspondían a campañas electorales del PP.
Pero lo grave del hecho no es el motivo del juicio ni siquiera el juicio en sí, sino todo lo que se esconde detrás:
Los trajes gürtel son la punta del iceberg de una forma de gobernar que ha propiciado sentirse imbatible, psicológicamente dueño del mundo, saltándose todas las fiscalizaciones democráticas, decidiendo por criterios subjetivos y arbitrarios. Una gestión de gobierno que no sólo han sido las formas sino también el fondo: deudas imposibles de pagar ni siquiera con “los bonos patrióticos”; la caída de todo el sistema financiero valenciano (Bancaja y la Cam) con graves irregularidades en la gestión por los cargos nombrados por Camps; protestas continuas en la calle desde los dependientes a los farmacéuticos, y cierre de proyectos de investigación como el Centro Príncipe Felipe o cualquier mínima expresión educativa y cultural; la famosísima visita del Papa que enriqueció a la trama Gürtel; la manipulación informativa de Canal 9, que resulta el “bochorno” nacional; un continuo despilfarro injustificable en época de bonanza e inmoral en momentos de crisis como asumir las deudas de la empresa privada Valmor y el fracasado proyecto Fórmula 1, la venta a precio de saldo del ruinoso proyecto de Terra Mítica, las millonarias pérdidas de grandiosos eventos y megainfraestructuras, los 15 millones de euros pagados por unas Torres de Calatrava que nunca se harán, etc etc etc; y una larga lista de casos gravísimos de corrupción, de gestión irregular, de imputados interminables que son cargos públicos, acumulándose en la Comunidad Valenciana.
El juicio corresponde al ámbito legal, pero ¿quién restaura la moralidad? ¿quién sanciona la mala gestión, conscientemente perversa y manipuladora? ¿quién pagará por la enorme cantidad de dinero dilapidada, mal gastada o extraída del erario público? Ante todo lo que está ocurriendo en las tierras valencianas, que requeriría no sólo un análisis político sino también sociológico, pero sobre todo judicial y moral, el PP y Rajoy practican la desmemoria y el olvido.
No son “tres tristes trajes”, como insinúa continuamente Camps y el PP. Es el grave daño que se ha hecho a un sistema político, atacado desde las instancias del propio Gobierno Autonómico, que hoy se sienta en el banquillo.