Los bajos fondos y las estructuras de poder se combinan en esta película de Ridley Scott. Como no podía ser menos con este magnífico director, una historia real, la de Frank Lucas y la de los finales 60 en las grandes ciudades norteamericanas, la convierte en una auténtica aventura épica. Una versión muy especial del sueño americano.

Frank Lucas, el silencioso chófer de uno de los jefes mafiosos negros del centro de la ciudad aprovecha su oportunidad cuando su jefe muere inesperadamente. Frank decide aprovechar la puerta que ha quedado abierta en la estructura de poder para construir su propio imperio. Gracias a su ingenio se hace con el control del tráfico de drogas en el corazón de la ciudad, inundando las calles con un producto de mayor calidad a mejor precio. Lucas es más listo que todos los demás grupos mafiosos y no solo acaba convirtiéndose en uno de los mayores narcotraficantes de la ciudad, sino también en una de sus superestrellas cívicas. Richie Roberts es un poli marginado que conoce bien las calles y nota que el poder del hampa está cambiando de manos. Cree que una persona ajena a los clanes conocidos trepa por la escalera del poder. Tanto Richie Roberts como Frank Lucas comparten un estricto código de conducta que les aparta del resto de sus coetáneos, transformándolos en dos figuras solitarias en lados opuestos de la ley. Al cruzarse sus destinos no tarda en estallar una confrontación de la que sólo uno saldrá ganando, como en la mejores películas del wester americano.

Sin duda, después de la saga de El Padrino ésta película retrata como ninguna el ambivalente mundo del hampa.