Durante el mes de agosto, el PP se ha metido en un auténtico galimatías, intentando soslayar los escándalos que les afectan. Precisamente, durante el período en el que los padres y los abuelos suelen pasar más tiempo con sus hijos y sus nietos y tienen bien patentes las típicas estrategias infantiles del berrinche, llama la atención que ésta haya sido la táctica utilizada por la cúpula del PP para evadir responsabilidades y ocultar hechos palpables tras un lagrimeo pueril. De esta manera, la escalada de acusaciones sin pruebas contra el Gobierno es una típica estrategia de evasión que sólo puede tender a enconar y polarizar el clima político en unos momentos delicados, en los que se necesita bastante templanza y capacidad de acuerdo y no una escalada de confrontaciones.

Con este telón de fondo y el último recuerdo pre-veraniego del fracaso en el diálogo social, el Gobierno se enfrenta a dos problemas tan importantes como la crisis económica, que continúa afectando gravemente a España, y la pandemia de gripe H1N1. Lo cual no perfila un panorama especialmente agradable. De ahí la necesidad de trabajar con la máxima finura política, evitando debates precipitados con apariencia de tanteo, como el de la subida de impuestos, y moderando cualquier exceso de comparecencias públicas en las que, si uno se pasa, al final el efecto sobre la opinión pública puede ser el contrario al pretendido, como puede estar ocurriendo en el caso de la epidemia de gripe.

Las declaraciones y las posteriores consideraciones y matizaciones sobre la subida de impuestos pueden dejar una impresión confusa y voluble en la opinión pública, propiciando críticas y distanciamientos en varias direcciones. Aun así, rectificaciones en asuntos tan coyunturales como la desgravación de los 400 euros deben ser valoradas como medidas oportunas en situaciones económicas como las actuales.

En el caso de la pandemia de gripe se están cometiendo algunos excesos de comunicación. Por ejemplo, se están exagerando continuamente las informaciones sobre afectados. Cuando los medios de comunicación dedican amplios espacios a informar sobre los últimos fallecidos, y a efectuar recuentos globales, se está cayendo en exageraciones poco responsables. En el caso de España, en un solo fin de semana de verano suelen producirse casi tantas víctimas como a causa de la dichosa gripe (21 a principios de septiembre). Y, sin embargo, hay un claro sobre-énfasis alarmista que, a las alturas que estamos, no hace sino sobre-preocupar a una población a la que, al mismo tiempo, se la está diciendo que, de momento, sólo habrá vacunas para el 40% –y ahora para el 60%– y antivirales para algo menos. ¿Por qué tanta insistencia en estos porcentajes limitativos que causan sensación de “escasez”?

En este contexto de conjunto, no es fácil saber cómo van a evolucionar las tendencias de desgaste político de los dos principales partidos. De momento, los últimos datos disponibles del CIS apuntan a que el PP está sacando alguna ventaja comparativa de la situación, pese a todos sus errores, escándalos y exageraciones. Lo cual parece indicar que algunos electores son más sensibles a otro tipo de cuestiones. Lo cual debiera ser evaluado con cuidado por los estrategas del Gobierno, entendiendo que no estamos atravesando momentos normales y que muchos ciudadanos demandan prioritariamente criterios de firmeza y seguridad.