Huyendo de esta triste realidad quiero reflexionar sobre la aventura, porque es realmente una aventura que nadie sabe cómo terminará, al filo de una lectura reciente y de una anécdota vivida.
Vayamos con la primera. La pasión no la enfocaban los pensadores estoicos de la antigüedad romana como lo hacen los psiquiatras actuales. Y citaban una comparación al parecer celebre en esa época. Era la de un corredor que llevado por su impulso traspasaba la meta. Y entonces venía el dilema: ¿ocurrió esto por exceso de energía o por haber estimado mal la distancia el corredor?
Es un ejemplo que se puede aplicar perfectamente al Presidente Mas, que seguro se encuentra en una situación comprometida. Se vaticina una gran victoria electoral y después, ¿llegará a realizar lo que le ha dictado esa energía interior que le ha hecho ir más allá de la meta prevista y que algo hay que desandar? y ¿cómo hacerlo?
Porque no es nada fácil articular la independencia en una situación de total dependencia, que es la de todas las naciones europeas, salvo si se llama Alemania, y quizás ni siquiera ella se salve. Y más aún cuando el primer problema será como relacionarse, si se llega a clamar y proclamar la independencia, con una España probablemente cabreada. Y ahí va la anécdota anunciada.
Estábamos en el maravilloso parque de Cabárceno, arrimados a la verja que nos separaba del foso, un verdadero valle reducido para los tigres. No se veía ninguna indicación sobre los tigres. A nuestra izquierda, un matrimonio explicaba a su hijo algo relacionado con las fieras, al menos lo supongo porque con toda evidencia hablaban en euskera. A nuestra derecha otro matrimonio discutía en catalán. Y al lado de nosotros un padre explicaba a su hijo:
“Ves hijo, el castellano tiene al menos el mérito de hacer que estos señores que ahora no lo utilizan puedan entenderse entre ellos”.
Dichoso sentido común, que en una frase resumía el espíritu del federalismo que es hoy el rompecabezas de muchos. Romper una lanza en favor del castellano, que también se denomina español, no puede entenderse como un afán centralizador. Con la lengua de Cervantes y de Machado se puede viajar por el mundo, y primero por Europa. Creo no ofender a nadie diciendo que el euskera y el catalán, con todo el respeto que merecen, poco tienen de lengua para intercambios europeos o mundiales. Claro que queda el recurso, para no utilizar el español, de hablar el inglés, indiscutiblemente considerado por algunos como lenguaje menos imperialista y opresor de culturas nacionales. Supongo que así lo hicieron los señores Urkullu y Mas en su encuentro.
Y por la senda de tales reflexiones un tanto entristecidas, pero como decía Indalecio Prieto desde su exilio, la Patria se aprecia sobre todo cuando se la pierde, me preguntaba por la voluntad mitológica de constitucionalizar los problemas para evitar resolverlos. El Estado de las Autonomías ciertamente tiene graves defectos y es fundamentalmente una forma de Federación inacabada. Cabe seguramente mejorarlo. Pero, ¿hay que romperlo?, ¿de nada nos ha servido desde el franquismo? ¿Se puede inventar un Reino Federal? ¿Hay que tirar el niño con el agua del baño?
Reflexiones personales que si poco influyen, al menos desahogan.