Javier Marías, Alfaguara, Madrid, 2014
En numerosas ocasiones, las vidas ajenas no son como aparentan, están llenas de recovecos difíciles de descubrir, que esconden miserias inconfesables. La historia de aparente felicidad del exitoso director de cine Eduardo Muriel y su atractiva esposa, Beatriz Noguera, encerraba una relación colmada de rencor y sumisión. Una relación toxica que es descubierta, en todo su alcance, por un joven llamado Juan de Vere, que se convierte en testigo de hasta dónde pueden llegar los seres humanos cuando en sus corazones reina el odio o el desamparoy se privan por el deseo.
Una novela excelentemente escrita, con un lenguaje directo, que envuelve al lector en la luminosidad del Madrid de los ochenta, en las tertulias de los intelectuales y artistas de la época y en la apertura de una sociedad que disfrutaba de la “movida madrileña” e irradiaba vida por doquier, al compás de los pentagramas de músicos rompedores y hacedores de fantasías.
Así fueron aquellos años, plenos, llenos de ilusión, pero también de sueños rotos, del consumo transgresor de drogas y de las primeras muertes por causa de sida, que se llevaron por medio a muchos de aquella generación.
Y como el pasado construye el presente y nos proyecta hacia el futuro, se aprecian a lo largo de la trama, las tropelías e infamias de décadas previas: las indignidades de quiénes instalados en su atalaya utilizaban su poder amedrentando a los más débiles. Personajillos de tres al cuarto, matones de vidas extrañas con los que a lo largo del camino siempre nos acabamos por encontrar.
Así empieza lo malo les zambullirá en una trama compleja, que les hará sentir, reflexionar y apercibirse en su realidad, en las experiencias de la cotidianeidad, en nuestros límites y, en ocasiones, irracionalidad de nuestra conducta cuando nos dejamos vencer por lo imponderable y chocamos, o creemos que lo hacemos, con un muro de incomprensión ante el que no encontramos salidas.