Autor: Julián Ariza Rico

Con la llegada de la democracia, concretamente en 1977, se creó en España el Círculo de Empresarios. También por aquel entonces apareció la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), hechos ambos ilustrativos de las actitudes del mundo empresarial, que a lo largo de los cuarenta años de la Dictadura consideró innecesario organizarse de forma autónoma, dado que para la defensa de sus intereses les bastaban el Sindicato Vertical, las instituciones y el marco de relaciones laborales impuestos por el franquismo. Es sintomático al respecto que, a costa de sacrificios y represión social, laboral y política, fueran los trabajadores quienes tuvieron que organizarse para defender sus derechos y libertades.

Me piden opinión sobre las perspectivas que tienen ante sí los sindicatos tras varios años de ser objeto de descalificaciones diversas, la mayoría de ellas derivadas de su rechazo a las políticas económicas en curso, pero algunas otras por errores propios y conductas inadmisibles de algunos de sus miembros. La suma de ambos tipos de descalificaciones, que en todo caso es fundamental diferenciar, sitúa hoy el prestigio de los sindicatos en el nivel más bajo de nuestra historia democrática.

A finales del pasado mes de julio el Gobierno, CC.OO., UGT, CEOE y CEPYME suscribieron un acuerdo de propuestas a negociar encaminadas a fortalecer el crecimiento económico y el empleo. El texto, singularmente amplio, abarca ocho capítulos, cada uno de ellos con una serie de apartados y subapartados que, en conjunto, forman un desarrollado índice de cuestiones que, efectivamente, se corresponden con varias de las preocupaciones más vivas de la sociedad en el terreno sociolaboral y económico. En concreto, tras una inicial referencia al marco de la Unión Europea y sus limitaciones, se dedica más de la mitad del documento a esbozar los múltiples aspectos del que sería un Plan de Empleo e Impulso a la Reactivación, al que le siguen los capítulos de la Formación para el Empleo, de la Negociación Colectiva, de la Protección Social, del Modelo Productivo, de la Economía Social y la Responsabilidad Social y, por último, de la Política Presupuestaria y Fiscal.

El día 20 del pasado mes de julio la edición digital de El País publicaba un artículo de Vicente Salas Fumás, catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Zaragoza y consejero del Banco de España, en el que bajo el título “El atractivo de invertir en España” ofrecía una serie de datos que justificaban sobradamente dicho atractivo. De manera indirecta, quizás sin pretenderlo, contribuía también a ilustrar hasta qué punto las políticas gubernamentales de estos años se han caracterizado por el expolio sistemático de los bolsillos y de las condiciones laborales de los trabajadores en favor de las empresas, hasta tal punto que sigue viva la interrogante de por qué no se ha producido una explosión social de gran calado.

La noticia es insólita. Después de las felonías del Gobierno, empeñado en ir desmantelando día a día nuestro sistema público de protección social, nadie podía imaginar que sus adláteres en las Comunidades Autónomas iban a poner en evidencia las promesas de Rajoy y sus ministros de no hacer más recortes. Quizás a sabiendas de que el Gobierno miente sistemáticamente se hayan lanzado a defender una serie de medidas de “ahorro y racionalización” que no pueden calificarse más que como rapiña sobre ese ya despellejado sistema público de protección social.

Siempre había pensado que los liderazgos políticos, además de algunas aptitudes innatas, necesitaban forjarse a través de trayectorias que podían ser más o menos largas, pero jalonadas por hechos, iniciativas y/o decisiones de notable calado que impactaban sobre la opinión de la gente y terminaban convirtiendo a sus protagonistas en referencia visible del movimiento o partido del que formaban parte. A veces el liderazgo se configuraba por acumulación de experiencias en la gestión de lo público o por un papel destacado en distintas responsabilidades de nivel medio-alto, tanto en el seno del propio partido como en la relación de éste con la sociedad.

Hace alrededor de medio siglo vi una película española que se titulaba “Pequeñeces”. La trama, más o menos, venía a ser la de un sujeto cuyo comportamiento resultaba rechazable pero al que sus mentores, cada vez que hacía una de las suyas, solían disculparle calificándolas de pequeñeces. El desenlace terminó siendo el que cabía esperar de un delincuente.

Como es de sobra conocido vivimos unos tiempos en los que el grueso de los medios de comunicación afines a la derecha –lo son casi todos- y unos cuantos tertulianos se dedican de vez en cuando a denigrar a los sindicatos. De entre los variados argumentos que utilizan cabe citar, por ejemplo, que sólo se preocupan de sus afiliados; que viven a cuenta de los recursos del Estado; que disponen de una impresentable cifra de “liberados”, etc., etc. Pues bien, cuando se contrasta todo esto con la realidad y, sobre todo, cuando se compara lo que aquí les ocurre a los sindicatos con el tratamiento que reciben en distintos países de la Unión Europea, el resultado debería servir, como poco, para que esos intentos de deslegitimación cesaran de forma radical.

Los Secretarios Generales de CCOOy de UGT se han dirigido por escrito al Fiscal General del Estado y al Presidente del Consejo General del Poder Judicial planteando la preocupación de ambos sindicatos por la escalada de procedimientos penales contra trabajadores y, sobre todo, contra cargos sindicales, relacionados con el ejercicio del derecho de huelga. Recientemente, en estas mismas páginas, comenté el caso de “los 8 de Airbus”, para cada uno de los cuales el fiscal pide algo más de ocho años de cárcel; esto es, represión similar a la que durante la dictadura franquista sufrió quien esto escribe en uno de sus procesos, en aquel caso por los “delitos” de reunión y asociación. Lo de los sindicalistas de Airbus viene a ser sólo la punta del iceberg de lo que está pasando de pocos años para acá.

Coincide esto que escribo con las vísperas del 1º de Mayo. También con los días finales de la precampaña para las elecciones europeas, cuyos magros atractivos para la ciudadanía hacen temer que cuando se de el pistoletazo de salida a la campaña oficial continuará la sensación de aburrimiento y desinterés observada hasta ahora. Será necesario que las fuerzas políticas en liza hagan un esfuerzo de imaginación para intentar romper la extendida desconfianza hacia la Unión Europea y hacia su capacidad de corregir las pérdidas que en derechos, bienestar social y democracia viene propiciando desde hace años.