Autor: Roberto Dorado

Nadie se esperaba una remodelación del Gobierno en profundidad como ha realizado Zapatero al amparo de que tenía que sustituir a Corbacho. Lo cierto es que ha cogido a todos por sorpresa, lo cual es digno de mencionarse, porque operaciones tan complejas como ésta suelen filtrarse si no se hacen bien y rápidamente.

El PP recupera el gobierno de Galicia y el bipartito PSdeG-PSOE y BNG no se consolida tras cuatro años de ejercer la dirección.

El tripartito vasco, hegemonizado por el PNV, no consigue la mayoría absoluta, mientras el PSE-PSOE sube un treinta y tantos por ciento, obteniendo el mejor resultado de su historia en las autonómicas, y mientras el PP, aun bajando, aguanta el tipo a pesar de la crisis interna que originó María San Gil.

Hay mucha gente que ignora las elecciones autonómicas de otras regiones porque creen que no les afecta. Esa imputación de intrascendencia de lo que suceda en el territorio vecino es una visión miope. Ahora tenemos las gallegas y las vascas y claro que los resultados que salgan afectarán no sólo a sus ámbitos respectivos, sino también a la política nacional.

La muerte del Presidente Calvo-Sotelo ha obligado a establecer un protocolo nuevo para honrar a los presidentes de gobierno de la Democracia cuando fallezcan.

No tengo noticia si los actos preparados de urgencia y celebrados para esta circunstancia constan en algún decreto, pero si fuera así debía ser revisado.

A los electores del PSOE, como viene siendo habitual en los escrutinios, se les somete a una especie de ducha escocesa: en los primeros momentos del escrutinio, magníficas expectativas, después bajonazo y, luego, remontada y recuperación del ánimo. A sabiendas de que esto ocurre, José Blanco estuvo prudente en su primera comparecencia y no lanzó las campanas al vuelo hasta tener la certeza de que el partido estaba ganado, manteniendo la misma diferencia en escaños que en 2004 (sin guerra de Iraq ni atentado del 11-M). Zapatero salió contento, como contentos estaban sus simpatizantes, aunque a todos ellos les hubiera gustado tener uno o dos diputados más para transitar por esta nueva legislatura.

El segundo debate ha sido similar al anterior, pero algo más vivo.

Rajoy optó por seguir siendo el Rajoy negativo y pesimista, el Rajoy monótono y monocorde.

Zapatero estuvo más ágil, más espontáneo y marcó más de cerca a su oponente que la vez anterior; cuando Rajoy retomaba las manidas insidias, le replicó a bote pronto con contundencia. Este marcaje puso en evidencia claramente las malas artes de su contrario. Por eso hubo más interrupciones en ambos sentidos en este debate.

Parece, por lo traslucido en la reunión del Presidente del Gobierno y Rajoy, que el PP se ha...