Tiene razón el PSOE en machacar que después del 9 N, sean cuales sean los acontecimientos en Cataluña, nada será como antes y que si no se toman iniciativas audaces, hasta será peor. Debe seguir insistiendo en su propuesta de reforma de la Constitución en un sentido federal como única y lógica respuesta a este problema y también como necesidad para adecuar a nuevos tiempos, en varios aspectos, un texto que ha sido y sigue siendo utilísimo. Pero debe huir de ciertas precipitaciones y complicaciones.
La reforma de la Constitución, como lo fue en su día la elaboración de la que nos rige, es antes de nada un tema político y que deben entender todos los ciudadanos. Con esto no quiero achicar la función, que será fundamental, de catedráticos, juristas y expertos constitucionalistas. Llegará su hora. Pero todavía no. La campaña, porque es realmente una campaña, en favor del Estado federal debe ser sencilla en sus motivaciones y en su explicación, para penetrar en nuestros ciudadanos y transformarse en una convicción mayoritaria de la sociedad.
Si entramos, desde ahora, en discusiones detalladas, vamos a encontrar un sin fin de variaciones, de matices, de divergencias en torno al tema del Federalismo, que desde luego no es sencillo. Y de la multiplicación de opiniones dispares, de propuestas diferentes saldrá una confusión que solo servirá a los partidarios del inmovilismo. Esto es, un posible riesgo que puede suponer el convocar una Conferencia. Las diferencias en la redacción de un texto que debe ser a la vez fundamental y duradero, basado en el principio del consenso y no del enfrentamiento, no pueden resolverse en los medios de comunicación, en las tribunas partidistas, en la sucesión de monólogos intercambiados a distancia. Necesitan de discusiones serenas, seguramente largas, que obligatoriamente se zanjen con decisiones políticas. Lo que se debe buscar, antes que todo, es una adhesión al principio del Federalismo como construcción del Estado.
Ahora bien, la letra constitucional que determina la forma de realizar la revisión de nuestra Carta Magna es un inconveniente mayor. En efecto, el Parlamento necesita una mayoría de dos tercios para lanzar el proceso de reforma o revisión, el primer término sería más adecuado. Es evidente que no queda tiempo suficiente, antes de las próximas elecciones generales, para convencer al PP, desde luego se necesitarían décadas para ello, y poder reunir tal condición.
Defender la reforma de la Constitución en un sentido Federal será por lo tanto una propuesta de campaña electoral. Y desde hoy se podría incitar a las otras fuerzas políticas a introducir en su programa tal Reforma, sin entrar en detalles y respetando cada cual su proyecto de sociedad y sus planteamientos políticos. Sería una forma de buscar el refrendo popular a tal propuesta. Pero para que pueda cuajar debe quedar, de momento, en principio general y no en defensa de puntos y artículos.
Hoy en la legislatura vigente, no es posible llegar a la creación de la Ponencia constitucional adecuada. Puede serlo en la próxima, si se alcanzan los pactos necesarios. Pero tales acuerdos suponen flexibilidad, agilidad política y la concreción del futuro articulado impediría avanzar desde hoy.
Cada cosa a su tiempo. Recordemos cómo llegó la II República: por elecciones municipales en las cuales las listas vencedoras, de diferentes significados políticos, avalaban todas la idea republicana.