Bajar impuestos no es el elemento sustantivo de una propuesta programática. Lo sustantivo es qué gastos –de los ya establecidos– se van a reducir o anular para poder cobrar menos impuestos. Por ello, los que hacen tal tipo de promesas deberían empezar por explicarnos si van a bajar los gastos en educación, en sanidad, en seguridad en nuestras calles, en atención a la familia y la infancia, en protecciones sociales, etc.

Cuando no se explica cuáles son los gastos que se van a recortar, o los servicios sociales de los que se va a prescindir, se está cometiendo un engaño monumental. Bien porque se está ocultando lo que verdaderamente se pretende hacer, o bien porque se trata de una promesa tramposa que sólo va a beneficiar a los más ricos.

Durante los ocho años de gobierno de José María Aznar, por ejemplo, las promesas de bajar los impuestos se acabaron traduciendo en una subida general de la presión fiscal en España. Pero, eso sí, bajaron los impuestos progresivos, que gravan en mayor grado a los que más tienen, mientras que aumentó la recaudación de los impuestos sobre el consumo que implican una mayor aportación fiscal de los sectores de población con rentas medias y bajas.

¿Qué quieren decir algunos cuando prometen bajar los impuestos? Más seriedad, por favor.