Han pasado cinco otoños, cinco inviernos y cuatro veranos y, por poner algunos ejemplos ilustrativos de lo acontecido en este lapso temporal: ha aumentado vertiginosamente el paro, también el número de desahucios, se han saturado los servicios sociales y en entidades como Cruz Roja o Cáritas se observa un incremento significativo de la pobreza entre la población, muy en particular entre los menores.

Recuerdo un informe de Caixa Cataluña del año 2008, en donde se alertaba sobre la dimensión que estaba adquiriendo la pobreza infantil y, más recientemente, las noticias de madres y padres que en el verano de 2013 ilustraban el bocadillo de sus hijos con pan con pan, o el caso de una familia que abandonó en los servicios sociales a sus retoños por no poder atenderles.

Y años después seguimos en la misma línea, se insta a las Administraciones para que abran en verano los colegios y los pequeños puedan comer al menos una comida equilibrada al día; y el paro, a pesar de los cantos de sirena, sigue en parámetros impensables para una sociedad desarrollada como la nuestra, al tiempo que muchos de los privilegiados, de los que disponen de un empleo, viven bajo condiciones de extrema vulnerabilidad.

Pero ofrezcamos unas pinceladas sobre esta difícil realidad a día de hoy con datos e informaciones reputadas.

El pasado 25 de junio el Instituto Nacional de Estadística hizo público que el porcentaje de trabajadores que perciben una cantidad igual o inferior al salario mínimo interprofesional (SMI) se había duplicado desde el año 2004, con el resultado de que en 2012 doce de cada cien empleados vivían bajo estas circunstancias (8.979 euros anuales para ese año).

Las razones que explican este hecho se asocian al incremento de los trabajos a tiempo parcial, empleos que, en su mayor parte, no son una elección de los trabajadores, que preferirían fueran a tiempo completo. Pero también se observa que el salario mínimo interprofesional entre trabajadores a tiempo completo alcanza su nivel máximo desde 2004 (1,52% del total en 2012, frente al 1,3% en 2004). En su conjunto, la retribución anual por empleado fue de 22.726,44 euros en 2012 y el salario más común se situó en 15.500 euros. En paralelo, según la Estadística de costes laborales del INE los sueldos han seguido desde el último trimestre de 2012 una tendencia decreciente, en concreto, en el primer trimestre de 2014 bajaron un 0,2%, lo que se traduce en que las empresas reducen lo que pagan de media a sus empleados en 1.805 euros.

En este contexto, Eurostat sitúa en 2012 en un 12,3% el porcentaje de trabajadores que en España viven por debajo del umbral de la pobreza, una cifra tan solo superada por Rumanía (19%) y Grecia (15%). En paralelo, se observa un ligero aumento de los que cobran ocho veces el SMI, del 1,55% al 1,74%, si bien su peso también ha caído a la mitad desde 2004.

Lo anterior confirma el aumento de la desigualdad en un país como el nuestro, en donde según la OCDE, en 2011 la desigualdad de ingresos, sin incluir el efecto de las prestaciones sociales, se intensificó en 1,5 puntos respecto a 2010 y los ingresos del 10% más pobre experimentaron una caída de un 1,6% cada año entre 2007 y 2011.

La problemática es de tal alcance que el Consejo Económico y Social (CES) ha advertido en la Memoria de 2013 del peligro de que la crisis llegue a convertir la pobreza en algo crónico, y afirma que los dispositivos de los servicios sociales y las rentas mínimas de inserción, además de no ser suficientes, se están recortando. Y denuncia, como una potente rémora, que muchas de las acciones y propuestas incluidas en el Plan Nacional de Inclusión Social 2013-2016, se encuentran a la espera de su desarrollo normativo y de la disponibilidad de recursos económicos.

En este contexto de precariedad, los niños, como hemos ido detallando en sucesivos artículos en esta sección, se han convertido en uno de los sectores sociales, junto con los jóvenes, con mayor riesgo de pobreza. De hecho, instituciones como Unicef alertan, desde hace tiempo, que las carencias económicas que sufren cada vez más familias y hogares en España se ceba particularmente sobre aquellos en los que hay menores. De forma que éstos son las víctimas principales de la crisis, del desempleo (con 943 mil hogares en los que todos los adultos están en paro) y de los recortes sociales (con una caída de un 15% desde 2010 en gastos sociales a la infancia).

El recién aparecido informe bianual de Unicef La infancia en España pone sobre la mesa que el 23,3% de las familias con uno o dos hijos viven bajo el umbral de la pobreza, el 46,9% entre las numerosas. Lo que se concreta en que 2,3 millones de niños (el 27,5% del total) se desenvuelvan bajo parámetros de pobreza relativa (con menos de 14.784 euros para dos adultos y dos hijos) y ha dado lugar a que sea el sector poblacional más empobrecido.

Asimismo, Unicef plantea que el precipitado Plan Nacional de Acción para la Inclusión Social 2013-2016, aprobado por el Gobierno, contempla una partida de 17 millones de euros destinada a luchar contra la pobreza infantil, pero resulta del todo insuficiente ante la envergadura del problema y se encuentra muy alejada de la proporción del PIB que dedica la media de los países europeos a políticas de protección de la infancia (2,2% frente al 1,4%). Por otro lado, apunta que los recursos económicos dispuestos para prestaciones a familias precarias son de los más bajos de la Unión Europea (0,5% del PIB en España en 2011, frente al 1,4% en la Unión Europea).

Como consecuencia de esta situación, desde diversas organizaciones, entidades sociales, partidos políticos, etc… se demanda un pacto de Estado que asegure la protección y seguridad económica a la infancia, una iniciativa que sería de suma importancia para mejorar las condiciones de vida de una parte sustancial de los más pequeños en nuestro país.

Deseo que cuando se inicie el verano de 2015 y me siente a escribir un texto para ustedes, mis palabras resulten de otro cariz y que los adultos y niños que sufren injusticias e infamias inicien su verano, sus vacaciones estivales con felicidad, sabiendo que a la vuelta les espera retomar la cotidianeidad… Nada más sencillo y reconfortante…, días sin grandes sobresaltos, dignos y con futuro.