Bankia, y sus predecesoras Caja Madrid y Bancaja, han sido la bandera que ondeaba al viento de la burbuja inmobiliaria, los grandes fastos y eventos políticamente demagógicos y fraudulentos, las infraestructuras costosísimas que encerraban sueldos millonarios, comisiones, prebendas, y cuentas escondidas en el Caribe y Suiza. Bankia fue un producto político.

Hace tiempo que muchos venimos alertando que la falta de confianza y credibilidad de las instituciones democráticas sólo se puede solucionar volviendo a cumplir cada una el papel que tiene asignado. Eso es lo que ahora hace la Justicia imputando a responsables del gigante financiero e intentando que la estafa no salga gratis (ya veremos cómo termina todo esto, pero de momento, alguno perderá el sueño igual que lo vienen perdiendo los miles de ciudadanos estafados). Eso es lo que hizo UPyD, a quien felicito por haber presentado la demanda. Y eso es lo que no hizo Bankia, que se dedicó a especular, estafar y engañar a sus clientes fieles de toda una vida, en lugar de asegurar el sistema financiero, instrumento vital de nuestra economía.

Escribía Antón Costa en uno de sus artículos titulados “Quiebra moral de la economía de mercado”: “Si la política no recobra su autonomía frente a los mercados financieros y la sociedad no es capaz de manifestar su indignación, no habrá límites a la especulación, la volatilidad financiera y la desigualdad”.

Efectivamente hemos de poner límites a los males que están arrasando nuestro precario Estado de Bienestar y nuestra sociedad democrática, y hemos de empezar exigiendo responsabilidades. No puede ser que jubilados y trabajadores se queden sin ahorros porque han perdido sus acciones, y los directivos responsables cobren sus indemnizaciones millonarias. Éste fue el truco del “capitalismo socializado”, donde nos hacían creer que podíamos ser accionistas de grandes empresas, mientras los que dirigían y tomaban decisiones se convertían en asalariados (millonarios!!!) sin responsabilidades. Ahora, se les dice a los ciudadanos “accionistas” que debían haber leído la letra pequeña y que debían entender de economía, leyes, bolsa, primas de riesgo, etc y etc, mientras que los que deben entender se escabullen como si con ellos no fueran las decisiones empresariales. ¡El mundo al revés!

Hay que volver al orden de la lógica y del sentido común. Y penalizar y sancionar lo que está mal, sobre todo, si ha existido negligencia, irresponsabilidad, frivolidad o estafa.

Recuerdo que, en los primeros instantes de la crisis financiera, se habló de la necesidad de la regulación de los mercados. Pero pronto se cambió ese objetivo por la necesidad de acometer reformas laborales y recortes de derechos, por lo que, en vez de pagar quienes habían sido responsables, se pasó a pedir cuentas a los que nada habían tenido que ver con dicho desaguisado económico.

Si los ciudadanos han de tirar del carro para sacar a España de la crisis, es justo pedir que se bajen del carro los irresponsables, los indeseables, los especuladores, los que tienen manchadas las manos y los bolsillos. Seguro que así, el carro será más liviano.