Pertenecía a la Universidad de Madrid cuando le conocí y había intervenido activamente en el proyecto y creación de la Ciudad Universitaria. Sus actos estaban motivados solo por su intelecto, que era de buena fibra. Era el tipo de hombre sereno cuyas emociones no influyen en su razón… me impresionó por su superioridad intelectual y su sencillez…cualquier cosa de las que dijo era digna de ser escuchada… Su integridad y valor eran tanto físicos como morales…En los días más tensos de la guerra recibía al ejecutivo de un servicio norteamericano, en su casa, a las siete de la mañana. Estaba tan lejos del comunismo como es posible estar” (Pág. 367-368). Pese a todo lo anterior -o quizá por ello- recibió los aguijonazos de la maledicencia…
UN HOMBRE FEROZMENTE CALUMNIADO
Encarnar el esfuerzo bélico contra Franco habría de abocarle a un torbellino de calumnias. Julián Zugazagoitia* que ya había advertido contra la injusticia histórica de personificar culpas colectivas en líderes individuales, pronosticó: “Esa misma injusticia histórica vendrá a encarnizarse, cuando la guerra se haya perdido, en Negrín”.
Así, en su recomendable libro**, Enrique Moradiellos recoge una muestra de las calumnias que se dispararían contra Negrín… El 18 de julio de 1938, Franco lo tacharía de servil discípulo de los soviets. Un año antes, el Ayuntamiento de los Palmas lo había declarado “hijo espurio e indigno de la ciudad, culpable de los males que sufre nuestra amada patria”. Las difamaciones, lejos de mostrar un gramo de inteligencia, parecían envueltas en un insoportable tufo cuartelero de humo, vinazo y fritanga de gallinejas… “gula insaciable, lujuria desbocada, innata cobardía, desaforada codicia y férrea drogodependencia” le atribuiría Francisco Casares en “Azaña y ellos. Cincuenta semblanzas rojas”, obra donde los “rojos” encarnan todos los males sin mezcla de bien alguno.
Los ataques arreciaban en el mismo libro donde era motejado de “rostro de boxeador y maneras de plantígrado… no tiene personalidad…tipo bestial con rostro y caletre de irracional con los peores instintos y las más bajas pasiones… no sabe hablar ni escribir…traza deforme de animal selvático y conducta miserable de bellaco…”. La difamación se cebaba con surrealistas aspectos personales acusándolo de comer “tortillas de doce huevos y acostarse todas las noches con más de tres mujeres”***. Incluso un antiguo compañero como Luis Araquistáin lo motejó del “hombre más funesto e irresponsable que ha tenido España desde hace muchos siglos…”.
Obviamente, Negrín no ha podido escapar a los insultos de nuestra castiza caverna. Así, también se ensañó con él Pío Moa, otrora ultra izquierdista y ahora en la derecha extrema. Si bien no puedo garantizar donde estará ubicado el peculiar Moa cuando estas líneas vean la luz. Y resultaría una labor ciclópea recopilar las injurias proferidas contra Negrín por lo que sirva de guía lo recogido en la obra de Enrique Moradiellos, centrándonos en lo que más importante… ¿quién fue el doctor Negrín?
UNA MENTE EUROPEA Y CULTIVADA
Juan Negrín López (1892-1956) había nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en el abrigo de una familia acomodada y de sinceras convicciones católicas. De hecho, su hermano sería sacerdote claretiano, su hermana profesaría los votos y la madre, hastiada del nubarrón de fuego y sangre de la Guerra Civil, se retiraría a Lourdes donde viviría una existencia de religiosidad y sosiego.
Negrín, tras cursar los primeros estudios en la Escuela privada “La Soledad”, es enviado a Alemania donde agotará tardes y noches entre voluminosos tratados de Medicina. Finalmente, a los veinte años se doctorará defendiendo su tesis “Zur Frage der Genese der Piqure-glycosurie”. Su acervo cultural se incrementará cursando ciencias químicas y dominando, además del español y alemán, más de diez lenguas, entre ellas el italiano y el ruso.
Después de contraer un matrimonio nada afortunado con Maria Mijailova Fidelman, regresa a España en octubre de 1905. Su solidez intelectual no pasa desapercibida a don Santiago Ramón y Cajal que lo impulsa a la dirección del Laboratorio de Fisiología General de Madrid. Poco después alumbraría a la comunidad científica con una nueva tesis: “El tono muscular y el mecanismo de la acción vasotónica del esplácnico”, teorías que resultarían pioneras en su campo.
Hombres como Severo Ochoa (Premio Nobel de Medicina años después), José María García-Valdecasas y Francisco Grande Covián habrían de beber en el caudal científico de aquel científico de mente prodigiosa. Frisaba la treintena cuando, ya catedrático en la Universidad Central de Madrid, su nombre parecía ligado sin remisión a la ciencia. Y en ese tiempo, justo en esos momentos, sus venas se inflamaron con la dulce droga de la política.
MILITANTE DEL PSOE. GUERRA CIVIL
Negrín ingresaría en el Partido Socialista en 1929 en la línea de Indalecio Prieto. En 1931 ganaría escaño al Congreso por Las Palmas. Siempre encarnó un socialismo moderado, prietista, alejado del marxismo de elaboración guesdiana con que había empapado el PSOE la estela imborrable de su fundador. Resultan, por consiguiente, increíbles las acusaciones de “siervo de Moscú”, y muy acertada la reflexión sobre qué alternativas podría barajar Juan Negrín. Pero, no obstante su moderación, el sueño de un Estado laico como motor de progreso le reportaría los primeros odios.
El 4 de septiembre de 1936, sería nombrado Ministro de Hacienda en el primer Gobierno de Largo Caballero. Su medida de enviar el oro a Moscú para salvaguardarlo de los sublevados se llegaría a relacionar con la adquisición de material bélico, algo que, por otra parte, sería lógico ante la asfixia que las potencias democráticas impusieron a la República.
Tras las convulsiones del gobierno de Largo Caballero y su dimisión el 17 de mayo de 1937, Negrín será nombrado Presidente de Gobierno. Su primer acto político cristalizó en los “Trece puntos”, base de un principio de acuerdo con los sublevados. Como era esperable, Franco no aceptaba otra cosa que una rendición incondicional, máxime cuando la República sufría una “guerra civil dentro de la guerra civil”, desatada entre comunistas y anarquistas.
De cualquier modo, resulta lógico pensar que la llegada de Negrín a la Presidencia de Gobierno fue tardía, como lo demostró la cadena de desastres militares (Brunete, Belchite, el Norte, Teruel, Alcañiz, Lérida, Tortosa, Vinaroz…) que no pudo impedir. Ante ello, la única alternativa realista consistía en enlazar la Guerra Civil con Segunda Guerra Mundial que estallaría cinco meses después del final de nuestra contienda.
Lamentablemente, los acuerdos de Munich desmantelarían aquel agarradero angustioso. De haberlo conseguido, es posible que se hubiese disipado el sombrío nubarrón de cuarenta años de represalias y atraso. Así lo entendió el académico y premio Príncipe de Asturias, Francisco Ayala, al indicar en sus memorias que, el liderazgo de Juan Negrín habría cambiado la historia… de haber llegado a tiempo.
EL ACERTADO JUICIO DE SANTIAGO ÁLVAREZ
Los odios de la contienda marcaron el camino del exilio a Negrín quien, tras instalarse en Francia, se afincó en Londres. Finalizada la Guerra Mundial, hubo de atravesar el Atlántico hacia México, el destino de tantos exiliados de la República. Las desavenencias con Martínez Barrio e Indalecio Prieto provocaron su expulsión del PSOE la primavera de 1946.
Negrín viviría todavía diez años más, primero en el Reino Unido y, finalmente, en Francia. La muerte lo visitaría en París. Enterrado en el cementerio del Père Lachaise, dejó ordenado que sobre su lápida solo figuraran sus iniciales, J.N.L. Aunque su doble condición de hombre brillante y vencido, desató sobre su persona un aluvión de calumnias, prefiero quedarme con el juicio de Santiago Álvarez (1931—2002), comunista que trató estrechamente a Juan Negrín:
“Para calibrar su labor al frente de ese ministerio, en ese periodo, debe considerarse en que situación dejó la sublevación del 18 de julio al Estado republicano: se produjo el hundimiento no solo del antiguo ejército que tuvo que ser disuelto por un decreto, sino de todo el aparato del anterior Estado. Y si en los primeros meses de la guerra se hubo de crear un instrumento de resistencia a la sublevación como las milicias—que más tarde serían un nuevo ejército—no olvidemos que se tuvo que reconstruir también el aparato del Estado.
Y fue Negrín quien se dedicó a la gran tarea de impedir ese hundimiento y de crear las bases económicas para que el sistema republicano, su Gobierno y su pueblo no naufragasen y fuesen derrotados en los primeros días…”**** .
Con seguridad comprenderemos a Negrín si nos situamos en aquel escenario: un hombre culto, europeo, laico, alumno y maestro de Premios Nobel, frente a una máquina de odio y guerra perfectamente lubricada y decidida a aplastar a los demócratas a favor de la reacción y el fanatismo… En este sentido, como expuse al principio, la reciente devolución del carné del PSOE a Juan Negrín, recogido por su nieta Carmen, ha simbolizado la justicia hacia uno de los personajes más ilustres del siglo XX… ¡Bienvenido, compañero!
* Militante del PSOE, ex director de “El Socialista”, Ministro de la Gobernación en 1937-38 y autor de una breve y sentida biografía sobre el inolvidable Pablo Iglesias. Apresado por la Gestapo en París, fue entregado a la policía franquista para su posterior ejecución.
** “Negrín. Una biografía de la figura más difamada del siglo XX” (Ed. Península, 2006).
*** “Los vencedores de Negrín”, México, edición de 1940, página 156.
**** “Negrín, personalidad histórica. Biografía”, p. 60-62. Santiago Álvarez.