La Declaración de Bolonia data de 1999, la han suscrito 46 países europeos y persigue crear el Espacio Europeo de Educación Superior, como un instrumento estratégico en la superación de la Europa de los mercaderes, en la construcción de la Europa de los derechos de ciudadanía, y en la consolidación del modelo social europeo.

“Bolonia”, en consecuencia, establece la Unión Universitaria Europea bajo cuatro grandes criterios: el compromiso por la calidad en la enseñanza y en la investigación; la igualdad en el acceso y en el aprovechamiento académico para todos los ciudadanos, independientemente de su origen geográfico, social o económico; la validez de los títulos en todos los países de la Unión; y la movilidad de profesores y estudiantes para comenzar, desarrollar y culminar la tarea formativa en cualquiera de las universidades europeas.

La creación del espacio universitario común requiere un proceso de adaptación de la universidad española. Este proceso en marcha ha de afectar necesariamente a la estructura de la enseñanza superior, asimilando ahora el modelo de grados, masters y doctorados. Han de reformarse los planes de estudio, adecuándolos a los parámetros comunes y a las demandas de la sociedad. Las demandas de formación cívica, las demandas de conocimiento integral, las demandas de intensificar y mejorar la I+D+i, y también las demandas de profesionales para un mercado laboral cambiante y en crisis. ¿Por qué no? ¿No es esa también tarea de la universidad: formar buenos profesionales, y asegurar su empleabilidad en nuestras empresas? ¿Por qué ha de considerarse este criterio como una claudicación “mercantilista”?

“Bolonia” constituye una gran oportunidad para fortalecer nuestras universidades, ofreciéndoles una dimensión europea y global, modernizando sus estructuras, afianzando los instrumentos de equidad en el acceso, en la movilidad y en la obtención de resultados positivos para la persona y la colectividad. La red común de universidades puede y debe convertirse en el mejor cemento para la Europa Política, la Europa Social y la Europa de los ciudadanos. Y la participación de las universidades españolas en esta red facilita nuestra transición hacia un patrón productivo basado antes en el conocimiento que en el ladrillo.

Se equipara “Bolonia” con la carestía de las matrículas y con la desigualdad en el acceso a la universidad, cuando el compromiso igualitario de la Universidad Europea es justamente el contrario, cuando ningún extremo de la declaración conjunta alude a los precios de las matrículas, y cuando el Gobierno de España vincula precisamente nuestro proceso de adaptación a un incremento muy significativo en el número y la cuantía de las becas (con un aumento de la dotación presupuestaria para 2009 del 200%). Se dice que “Bolonia” supone la “privatización”, la “mercantilización” y “el fin de la democracia” en las universidades, cuando lo escrito en los documentos y lo practicado por las instituciones se encamina en sentido inverso.

Miles de jóvenes se movilizan esgrimiendo valores muy positivos. Y no podemos responderles con el paternalismo insultante del “no os enteráis” u “os manipulan”. No es eso. Pero sí es preciso compartir con estos jóvenes un debate sincero, explicándoles que el enemigo de la universidad pública, equitativa y democrática no está en “Bolonia” ni en el proyecto de la Unión Universitaria Europea, sino en aquellos que niegan a la universidad pública los recursos que precisa para cumplir su función igualadora, y apuestan por la preeminencia de la universidad privada y el “sálvese quien pueda pagar”. El Gobierno de la Comunidad de Madrid, por ejemplo.

Reclamemos por tanto para la construcción del espacio universitario europeo normas claras y sujetas al interés general (no corporativo), con recursos económicos y personales suficientes, con becas y ayudas que aseguren el acceso en igualdad de oportunidades a grados-master-doctorados, con un funcionamiento democrático, con una intensa y fructífera interacción con el resto de la sociedad…

En suma, reclamemos más y mejor “Bolonia”.