Las cuotas participativas suponen la entrada de capital privado en las Cajas y a la larga el comienzo de su privatización o si somos más exactos su conversión en sociedades anónimas que acabaran en manos de bancos. Una vez abierta la puerta, aunque sea un poco y con escaso éxito hasta el momento, se convertirán en el paso previo a la privatización de estas entidades que constituyen un elemento importante de bienestar social. Primero se regulan las cuotas participativas pero sin derechos políticos, después seguimos con la manida e interesada discusión de la politización de las Cajas vs profesionalización; a continuación damos derechos políticos a las cuotas participativas( ¿no es lo importante la rentabilidad?) y después, se van quitando límites hasta que llegamos al momento donde ya se las quedan los de siempre, es decir, los poderosos que nunca ponen coto a su avaricia sin fin.

Alguien puede pensar que exagero, pero sólo basta ver las continuas críticas del Fondo Monetario Internacional al modelo de Cajas de Ahorros, según ellos, por el control político que se ejerce en los órganos de administración o informes, como el elaborado por PriceWaterhousecoopers y presentado por Luis de Guindos, donde dicen que hay que obligar por ley a la emisión de cuotas participadas, disminuir los cargos en representación de las administraciones públicas en los consejos de administración y en la comisión de control de las Cajas hasta alcanzar el máximo del 25 %, y que dicha reducción podría ser ocupada por tenedores de cuotas participadas. Es evidente y solo les falta decirlo un poco más claro: nos queremos quedar con las Cajas sin disimulo.

Estoy en contra de las cuotas participativas con derechos políticos porque rechazo el determinismo económico y rechazo que la política sea tratada como la superestructura necesaria de una determinada base económica. Sí, sí, pienso que la política, la conquista de la libertad y la igualdad, precede a la economía y crea, por tanto, los valores centrales de la economía y la sociedad.

Sí, la política, frente a los discursos que pretenden disfrazar sus intereses privados con bonitos discursos a favor de los ciudadanos. Intereses de grupos de poder privado y de determinados intereses políticos que no buscan el interés general. Ya lo decía Milton Friedman en su obra “Capitalismo y libertad”, “existe una y sólo una responsabilidad social del negocio: usar sus recursos y enfrascarse en actividades diseñadas para incrementar las ganancias”.

Los ciudadanos nos enfrentamos no al capitalismo, que actualmente ya casi nadie sabe que es, sino a una economía que hoy es sinónimo de empresas transnacionales, bancos mundiales y economía financiera, que solo quiere ganar más y más y a cualquier precio. Y en esa voracidad quieren quedarse con las Cajas.

Por eso, cuando escucho a Rajoy decir que hemos de avanzar en la profesionalización de las Cajas, pienso que no ha pisado una sucursal en años, pero cuando acaba la frase diciendo que hay que alejarlas de lo político, me pregunto que concepción tiene este hombre de la democracia, porque solo la autonomía de la política y los derechos otorgan a los ciudadanos el poder real sobre sus propias vidas.

En un momento como el actual y vistas las consecuencias de un modelo especulativo financiero internacional, parece contradictorio que cuando hay que regular y contar con instituciones públicas que posibiliten y ayuden a la economía real, donde tenemos estos instrumentos en forma de Cajas de Ahorro se puedan desvirtuar o privatizar. Por este motivo, hay que defender la actual naturaleza jurídica de las Cajas de ahorro, por la prestación de servicios que realiza, por la reversión de parte de sus beneficios a través de su Obra social y por que el control tiene que estar en los ciudadanos, los impositores y los trabajadores. A partir de aquí seamos flexibles sin introducir caballos de Troya en forma de cuotas participativas con derechos políticos.