No son pocas las sociedades que en los últimos años han estado convulsionadas por procesos activos de politización, liderados principalmente por actores colectivos y movimientos sociales que habían estado más bien al margen del acontecer político tradicional. Sin ir más lejos. en España y como resultado de una fuerte crisis económica el año 2008, surge un movimiento social que logró expresar su malestar (“indignación” en sus propias palabras) ante las políticas de restricción excesiva del Estado de bienestar y los hallazgos de corrupción de la clase política. Su actuación en términos políticos fue exitoso, no sólo consiguieron la simpatía de la ciudadanía, (que volvieron a vincular a algunos ciudadanos con el mundo de “lo político”), sino que además en las últimas elecciones municipales y autonómicas sus logros electorales fueron notables.

Así cómo ha sucedido en España, la sociedad chilena ha estado viviendo un profundo proceso de debate también. Preguntas del tipo: ¿cómo desearíamos que fuera Chile? ¿Qué cambiar, qué mantener? ¿Quiénes deberían participar de esa discusión? ¿Cómo se deberían tomar las decisiones? han tomado el espacio público. Es así como hoy se discuten temas que hasta hace no mucho se daban por sentados, y se demandan cambios que antes parecían imposibles. Una novedosa disputa por redefinir los límites de lo que es posible y de lo que es deseable se está llevando a cabo, las que se observan tanto en las manifestaciones sociales, en las propuestas que se discuten en el Congreso como en las conversaciones de la gente común.

Son estas señales las que el Informe sobre Desarrollo Humano en Chile 2015, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) llama “los tiempos de la politización”. Tiempos en que vuelven a estar en juego las definiciones básicas sobre lo que se puede decidir en sociedad y cómo se decide. Para unos, el momento es de apertura creativa hacia cambios fundamentales. Para otros, es fuente de preocupación y amenaza para logros consolidados. Pero, desde la perspectiva del Desarrollo Humano, la politización es ante todo una oportunidad. En tanto proceso, es una oportunidad para que las personas se involucren y sean protagonistas de la construcción de la sociedad que desean. Pero, ¿qué indicadores tenemos para dar cuenta de un proceso de politización como éste?

En primer lugar, una de las señales más evidentes del proceso de politización que experimenta la sociedad chilena, así como lo ha sido en España, es la incidencia creciente que adquieren los movimientos sociales a la hora de incorporar temas y demandas a la discusión pública. Una manera en que esto se expresa es el aumento de las acciones de protesta y del número de personas involucradas en ellas. Sin embargo, más relevante que el aumento cuantitativo de estas acciones es el cambio en el tipo de demandas que ellas expresan. En los últimos años disminuye la proporción de conflictos “acotados”, es decir, aquellos cuyo motivo de acción apunta a cuestiones particulares que atañen solo a los directamente involucrados (como una huelga en una empresa por un mejor salario), y aumenta la proporción de eventos de protesta cuyas demandas apuntan a las políticas o reglas que atañen a un conjunto más amplio de personas (por ejemplo, un cambio en la legislación que regula el derecho a huelga). En otras palabras: la politización se expresa no solo en el aumento sostenido de la acción colectiva, sino también en el cambio de la naturaleza de lo que a través de ella se demanda.

En segundo lugar, si bien se constata una gran distancia de la ciudadanía respecto del mundo de la política (la que se expresa en indicadores como el desinterés por la política formal y la baja frecuencia de conversaciones sobre estos temas) no habría que confundir el rechazo a la política con un rechazo a lo político. Los datos del informe nos muestran que interés en lo político existe y se expresa de diversas maneras. Por ejemplo, el involucramiento de las personas en conversaciones aumenta significativamente cuando se pasa de la política (32%) a preguntar genéricamente sobre temas de actualidad (45%), y llega a ser una mayoría cuando se consulta por el interés en temas concretos del debate público como el proyecto HidroAysén o el conflicto estudiantil.

Estamos en presencia entonces de una ciudadanía que en general está atenta a lo que sucede en la sociedad, ya no es posible sostener como se hacía a mediados de los noventa que las personas no les interesaba lo que sucedía en el país, ni confundir el rechazo a la política con una indiferencia sobre lo que ocurre en la sociedad. Por el contrario, dado que les importa, las personas son cada vez más críticas con la sociedad en que viven y con las elites que las dirigen.

Finalmente también da cuenta de la politización la existencia de una amplia demanda por cambios profundos en la ciudadanía. Desde ámbitos directamente asociados a sus vidas cotidianas hasta otros aparentemente más abstractos como la Constitución Política. Las personas valoran positivamente el cambio (56% considera que es importante intentar cambiar las cosas malas que aún existen y solo un 21% señala que es mejor cuidar las cosas buenas que se han logrado).

Comparado en el tiempo, el Informe constata que esta demanda es hoy más exigente que antes. Así por ejemplo, si en el año 2003 dos tercios de las personas consideraban que “las soluciones necesitan tiempo”, diez años después dos tercios opinan que “se debe actuar rápido porque los cambios no pueden esperar”. En opinión de las personas, el cambio puede ser gradual, pero tiene que comenzar ahora y dar señales de ir en la dirección deseada.

No obstante, los chilenos desconfían que los cambios que puedan concretarse estén a la altura de sus demandas. Estiman que es probable que se produzcan cambios menores, que estos impliquen más costos que beneficios, que su impacto se exprese únicamente en un plazo muy largo y que, finalmente, solo se lleven a cabo los cambios que las elites permitan. Todas estas dificultades y problemas no logran, sin embargo, que la gente abandone su demanda de cambios profundos. Y es que, más allá de los problemas que identifican, las personas se resisten a creer que los cambios que demandan sean imposibleslo que esuna diferencia significativa respecto de la manera en que en décadas anteriores se pensaban los cambios en Chile. Comparando información cualitativa, el Informe constata que si en el año 2000 prevalecía en las personas un “bloqueo de la capacidad de soñar un Chile distinto”, en 2014 se detecta una “porfiada esperanza” en que, a pesar de todo, los cambios sean posibles.

No obstante lo anterior, sus resultados son inciertos. Como todo contexto nuevo los tiempos de la politización están llenos de contradicciones y ambivalencias, de tensiones y dificultades. Estas dificultades tienen expresión en las elites, en los movimientos sociales y en las personas, y sin duda también en la relación entre estos tres ámbitos.

Estas contradicciones se observan, por ejemplo en que si bienlas personas exigen ser parte de las decisiones que tienen que ver con ellos, cuando se les propone diversas alternativas o se les confronta con los costos de participar, los porcentajes de quienes están dispuestos a hacerlo noparecen ser consistentes con esa exigencia de participación. Es así como consultados acerca de la mejor manera de tomar decisiones colectivas, prefieren formas directas y horizontales, tales como plebiscitos o asambleas y reuniones; a la vez que rechazan que las decisiones sean tomadas exclusivamente por las elites gobernantes. Pero como ya se mencionó, sólo un 45% de ellos estaría dispuesto a ir a votar regularmente para influir en las decisiones y sólo un 35% estaría dispuesto a organizarse con otros para movilizarse. Es la falta de sentido de lo colectivo en sus vidas o la aversión al conflicto algunos de los factores que conspiran contra un involucramiento más consistente.

Otra dificultad que es posible identificar es la gran distancia entre las elites y la ciudadanía.  Mientras un 47% de la gente piensa que es necesario que las cosas cambien radicalmente, solo un 20% de las elites piensa igual. Así mismo, mientras un 66% de las personas piensan que se necesitan cambios profundos a la Constitución Política, solo un 38% de las elites piensa igual. Respecto al rol del Estado también observamos diferencias importantes, por ejemplo, mientras un 80% de los ciudadanos preferiría que fuera el Estado el que se hiciera cargo de las pensiones, solo un 30% de las elites piensan así.

Aunquesin garantías, este proceso de politización representa una oportunidad para que los chilenos sean protagonistas de la construcción del país en el que desean vivir. Aprovecharla depende de la capacidad de la sociedad chilena para enfrentar las tensiones de la politización, promover el involucramiento ciudadano en los temas públicos y potenciar espacios de deliberación social y de esta forma el desarrollo humano de sus habitantes.


(1) Recordemos la noticia del 5 de junio del 2011 en El País: “Apoyo a la indignación del 15-M: El 90% pide cambios en los partidos para que atiendan a lo que piensa la gente”

(2) HidroAysén es un proyecto que contemplaba la construcción y operación de cinco centrales hidroeléctricas, dos en el río Baker y tres en el río Pascua, ubicadas en la región de Aysén, en el sur de Chile.