Una campaña electoral en una democracia madura constituye la mejor oportunidad para definir y contrastar los modelos de sociedad que persigue cada alternativa, así como las claves ideológicas y las líneas programáticas que se proponen para su aplicación. Más allá incluso de la mera competición cuantitativa de “ofertas”, al modo de “y dos huevos duros más”.
La Conferencia Anual sobre el Crecimiento y la Distribución de la Renta en una Europa Integrada, celebrada recientemente en Bruselas, nos ha brindado una buena oportunidad para inaugurar la campaña con un debate de importancia crucial: ¿qué grado de compromiso estamos dispuestos a mantener con el llamado “modelo social europeo”?
La citada Conferencia ha concluido que la aplicación del modelo social vigente ha permitido a los europeos disfrutar de unos niveles de bienestar e igualdad social sin parangón en el mundo. De hecho, gracias al tal modelo, los europeos hemos evitado en buena medida el fuerte incremento de las diferencias de renta que se ha producido durante los últimos 30 años tanto en los Estados Unidos, como en los antiguos países comunistas y las economías emergentes de China, India y Latinoamérica.
Siempre según las conclusiones de la Conferencia de Bruselas, el 1% de la población estadounidense más rica ha pasado de controlar el 1,9% de la renta en 1973 para disfrutar hasta el 7,3% en el año 2000. Mientras tanto, la renta percibida por el 1% de los más ricos en Europa se ha mantenido durante este tiempo en torno al 2%.
Desde la finalización de la segunda gran guerra, el modelo social europeo se ha fundamentado en tres claves: un conjunto de leyes que reconocen amplios derechos sociales; unas potentes redes públicas de protección social; y unos sistemas impositivos basados en los principios de la suficiencia y la progresividad.
A diferencia de otros partidos conservadores en el continente, comprometidos con el afianzamiento y la mejora del Estado de Bienestar, la derecha española está decidida a quebrar el modelo social europeo mediante la aplicación de las fórmulas neoliberales que han llevado, por ejemplo, a la sociedad norteamericana a una escalada sin precedentes de las desigualdades.
¿Qué argumentos se esgrimen? Uno: la ampliación de los sistemas de protección social frena el crecimiento económico y genera desempleo. Dos: el aumento de la esperanza de vida y la llegada de inmigrantes imposibilitan la financiación de estas políticas a medio plazo. Y tres: la preeminencia de los sistemas públicos en la educación, la sanidad, las pensiones y los servicios sociales coartan la libertad de los ciudadanos que prefieren hacer frente a tales necesidades a través de la iniciativa privada.
La actuación del Gobierno socialista de España a lo largo de los últimos cuatro años ha demostrado hasta qué punto tales argumentos son falsos. La economía ha crecido en nuestro país por encima de la media europea, a la vez que aumenta considerablemente la cuantía de las pensiones más bajas, se aplican ayudas considerables para el acceso a la vivienda, y se crea ex novo el sistema de atención a las personas dependientes. Y todo ello durante la etapa de mayor afluencia de inmigrantes de nuestra historia.
¿Libertad? ¿De qué libertad disfruta la cuarta parte de los ciudadanos de Estados Unidos que puede elegir entre más de un centenar de coberturas sanitarias distintas de carácter privado pero que no tiene recursos para acceder a ninguna de ellas?
La vigencia y las perspectivas del modelo social europeo no protagonizan el debate político y mediático. Sin embargo, algunas de las políticas que la derecha aplica con denuedo y entusiasmo allí donde gobierna están socavando de facto sus cimientos: las continuas rebajas fiscales y la proliferación de “cheques” sustitutivos de los clásicos servicios públicos de protección social (en las guarderías, los libros de texto, prestaciones sanitarias…), por ejemplo.
¿Cómo hacer compatible la consolidación del modelo social que ha garantizado bienestar e igualdad en Europa durante el último medio siglo, con una apuesta por el crecimiento, el desarrollo competitivo y la modernidad en una economía globalizada? Este es el debate pendiente. Y este es el debate que importa.