Instalados en una mayoría absoluta durante años, con la impotencia y la ineficacia de los socialistas valencianos que no hemos podido combatirla, el PP valenciano se ha creído todopoderoso, imbatible e imparable. Por eso, se han saltado todas las líneas rojas, han bordeado la legalidad e incluso algunos la han burlado, han adjudicado con prepotencia, y han utilizado las instituciones democráticas sin ningún pudor ni rubor como si se tratara de cortijos particulares en su propio interés de partido o personal.

Lo he comentado en innumerables ocasiones: había demasiado humo para que no hubiera fuego. Adjudicaciones a dedo, empresas amigas y afines, fundaciones sin control parlamentario ni público, sobrecostes desde un 50% a un 300% sin explicación, control de los medios de comunicación, campañas publicitarias a doquier, eventos efímeros y carísimos, contrataciones millonarias de asesores sin fin. Una magnífica red clientelar que iba desde un puesto de trabajo adjudicado a dedo por el que a cambio se pedía el voto y la fidelidad sin ningún reparo a una adjudicación con sobrecoste e intermediarios sin explicación pública.

Todo eso adornado torticeramente bajo la perversión de que se hacía “por el bien de los valencianos”.

¿De verdad alguien puede creerse la estrategia del PP, encabezada por González Pons de la “conspiración” y “el ataque al PP”?

Con el caso Gürtel, Camps dijo que esto duraría “un ratito” porque todo estaba claro. Pero el ratito no ha cesado. No han parado de salir informes policiales y judiciales que indican que, desde Castellón con Fabra hasta Alicante con Ripoll, pasando por Camps y la Comunitat, hay mucho más que indicios de corrupción. Y nadie da ninguna explicación.

El otro día un amigo comentaba que lo más triste y penoso era la imagen deteriorada, corrupta y de falsedad que ofrecía la política, donde todos acabábamos pareciendo iguales y ahondando en la desafección de los ciudadanos. Pero, sinceramente, no sólo prefiero, sino que éticamente debemos tocar fondo a cambio de limpiar y regenerar la vida política. No hay medias tintas.

El PP sigue escondiéndose detrás de los votos. Si ganan elecciones, todo está perdonado. Pero la Historia ya nos ha enseñado muchas veces que esa trampa, siendo posible electoralmente, no da resultados positivos, sino todo lo contrario: al final, la podredumbre acaba inundándolo todo.

Varias preguntas en el aire:

1) ¿a cuántos ciudadanos inocentes, la policía registra su casa por error, equivocación o mandato político, como acusa el PP?

2) ¿cuántos más hay detrás de Camps, Ripoll y Fabra? ¿Qué piensa toda España de alguien como Zaplana, por ejemplo?

3) ¿merece la militancia del PP o los votantes conservadores que el PP valenciano siga en manos de imputados?

4) ¿no existen responsabilidades políticas que asumir? ¿cuál es el discurso de honestidad y ética que puede lanzar Rajoy manteniendo este esperpento nacional?

5) ¿en qué país del mundo puede ocurrir algo semejante a lo de Valencia sin que haya una rebelión social y mediática sin precedentes?

El PP valenciano ha tocado fondo. Y cada vez que utilizan el paraguas del despiste, el ataque, la confusión, las formas en lugar del fondo, e intentar anular los procesos judiciales como hicieron con el “caso Naseiro”, están embruteciendo y ensuciando aún más la Política.

Respetando la presunción de inocencia de los imputados y presuntos corruptos, resulta difícil hoy creer en la limpieza de un partido político que, con la mayoría absoluta, ha ejercido el poder de forma absolutista y clientelar. Si las formas y los medios utilizados son perversos y poco claros, es imposible que el fin o resultado obtenido sea limpio. Si el camino está lleno de barro, los que lo pisan salen manchados. Y, en los dirigentes del PP valenciano, hoy resulta difícil encontrar a alguien que no haya salido “salpicado” por un poquito de barro.

Sólo así se entiende un cierre de filas, que va más allá de la defensa de unos compañeros o de un partido.