Toca el turno al cine italiano, al buen cine italiano. Con el sello ineludible de Nanni Moretti, esta película nos cuenta una historia impactante vestida de relato sosegado y cotidiano, pero a pesar de que no se ponga detrás de la cámara y lo haga el correcto Antonello Grimaldi, se nos ofrece el estilo Moretti más certero, interesante y siempre controvertido para los que no comulgan con sus ideas, vuelve una vez más a desplegar, con inteligencia y sutileza, su catálogo de obsesiones y fobias. Hacía ya siete años que no teníamos la oportunidad de ver obra nueva del director de “Caro diario”, “Abril” y “La habitación del hijo”.

Aún no siendo Moretti el director, es él quién nos guía por ese universo. Lo hace a su manera, siendo cercano y directo, empleando sus armas: la fuerza de lo cotidiano y lo conocido, la ironía, la ternura… Todo lo que cualquiera de nosotros podríamos emplear en caso de enfrentarnos a una caótica situación como la que vemos reflejada sin estridencias, con gusto refinado y envuelta por un ilusorio halo de sencillez.

La historia se basa en una novela de Sandro Veronesi. Narra la historia de un hombre, Pietro Paladini, que un día salva la vida a una desconocida en la playa, mientras en casa su mujer muere de un aneurisma delante de Claudia la hija de ambos. Esta trágica casualidad situada al inicio de la trama transformará la vida del protagonista, y le hará adquirir hábitos algo extraños e incomprensibles.

Pietro se refugia para esperar que llegue el dolor; observa el mundo desde el punto en el que se ha establecido y poco a poco descubre el lado oculto de los demás. Sus jefes, sus compañeros de trabajo, amigos, parientes, todos acuden a él para consolarle, pero, en cambio, le cuentan sus penas y preocupaciones y se rinden ante su incomprensible calma. Pero, después del caos calmo, para Pietro empieza un tiempo para el despertar.