Pero, ¿quién era este Álvarito que entraba y salía de todas partes, hablaba con todos, y conseguía tan buenos favores? Pues era “el amiguito del alma de Camps”, a quien el PP nacional sigue encubriendo y protegiendo.
¡Qué curioso será el inicio de curso político! Ric no es del PP, está suspendido de militancia, pero seguirá siendo diputado de la misma bancada. ¿¡Cómo?! Da la impresión de que el PP aplica la “corrupción por puntos”: las sanciones, las suspensiones, las regañinas se realizan en función de “si te han pillado o no”, o “si has sido contestón o no”, “o cuánto has enseñado la patita”. Como el carnet de conducir, si Ric se porta bien y está “calladito”, en un año, será reestablecido en su militancia, los pecados perdonados, y la trama de corrupción olvidada.
¿Qué ocurre mientras con Camps? Hace tiempo que ha perdido el norte, la capacidad de diálogo, el conocimiento de la realidad, y lo que es peor, gobierna (que no gestiona) con “ordeno y mando” dejándose llevar por el rencor y el odio. Aún no ha entendido que la responsabilidad de sus problemas con la justicia y con el caso Gürtel es únicamente suya. No es de los socialistas, ni de los sindicatos, ni de los valencianos. Es su responsabilidad.
Las últimas actuaciones que ha realizado es atrincherarse en el gobierno, rodeándose de los “suyos”, de los “súbditos”, de los “incondicionales”, de la “guerrilla más temeraria”. Ni siquiera cuenta con el PP en su vasta extensión para hacer equipo. Sólo quiere mirarse en el espejo de los que le deben algo o quizás también saben algo. Por eso, ha anulado la representación democrática en Bancaja (expulsando a toda oposición política y social); recorta y elimina ayudas a los sindicatos que han hecho huelgas y manifestaciones; o plantea modificar por decreto la representación participativa en el Consejo Escolar Valenciano, dando mayoría a los “nombrados” a dedo por la Administración.
Camps está dispuesto a acabar sus días encerrado tras una muralla con una guardia pretoriana. Autoritarismo frente autoridad; rencor frente a respeto; expulsión frente a diálogo. ¿Puede así seguir gobernando un Presidente que se debe a todos los valencianos?
Aunque el problema es más profundo. Económicamente, Camps ha tocado fondo. Su administración no paga. Es la principal desestabilizadora de la economía valenciana. Lo debe todo y a todos: ayuntamientos, empresas, constructoras, bancos, profesionales, particulares, colegios, ciudadanos. Ni las becas de comedor es capaz de pagar. Ya nadie se fía.
Y, ¿dónde está Camps? Jugando al ratón y al gato; intentando ganar tiempo. Va a Fitur mezclándose entre la multitud pero evitar presidir el día grande de la Comunitat; se va a Duwait o a Nueva York, a sumar proyectos fracasados o imposibles (Mundo Ilusión, Ciudad de las Lenguas, Sede de la VIU,…); sube a un Ferrari o a un velero. Todo son imágenes de cartón piedra para un Presidente que no se atreve a pasear por las calles de su Comunitat, ni a volver al Parlamento Valenciano, ni a hacer declaraciones en ruedas de prensa. Ni siquiera asiste a las reuniones de su propio partido en la calle Génova. Y Rajoy contesta “a la gallega”.
Pero el caso Gürtel continúa: pasito a pasito. El juez Pedreira sigue leyendo tomos y tomos de investigación policial; admite las escuchas a los encarcelados de la trama; mantiene todavía el secreto de sumario; y deja en evidencia al TSJ valenciano que aún no sabe qué decir ante la querella presentada por los socialistas valencianos.