Una parte de la derecha española se ha especializado en este tipo de montajes. Son pocos, siempre los mismos, y cada día tienen una credibilidad más escasa. La mayoría de la opinión pública está vacunada ya sobre estas operaciones cainitas, pero lo cierto es que hacen daño. Hacen daño al personaje elegido como “blanco”, al conjunto de los que ejercen la noble actividad de la política, y a la democracia misma, cuyas instituciones son puestas en solfa por intereses espurios.

El último blanco elegido por los “montajistas” ha sido el Ministro de Fomento. Los ingredientes del plato preparado son los habituales: un empresario encarcelado por corrupción, lo suficientemente desesperado para avenirse a decir lo que haga falta decir; un abogado con pocos escrúpulos, defensor de los acusados en el Gürtel, procesado en su día por fabricar pruebas falsas en el caso de los Albertos; y una buena maquinaria de ventilación mediática. No hace falta más.

Intentan vincular a Blanco en el caso Campeón, una trama de corrupciones sobre la captación de subvenciones públicas en Galicia. Pero resulta que los únicos responsables públicos detenidos e imputados judicialmente por este caso son dos cargos del PP en la Xunta de Galicia. Acusan al Ministro de “facilitar” ayudas de los Ministerios de Hacienda y Sanidad, pero resulta que no fueron Hacienda ni Sanidad quienes dieron las ayudas sino, una vez más, la Xunta del PP. Y vuelven a disparar contra el “blanco” por un supuesto cohecho a cargo de un segundo empresario, que niegan tanto el supuesto pagador como el supuesto cobrador.

Es decir, nada de nada. Los “montajistas” llevan dos semanas cuestionando urbi et orbe la honorabilidad de un Ministro del Gobierno de España basándose tan solo en el testimonio de un encarcelado por corrupción, obtenido además por una filtración ilegal de un sumario judicial secreto. Sin una sola prueba de sus acusaciones. A pesar del desmentido documentado del Ministro. A pesar del desmentido con querella de los aludidos.

Intentar comparar este “caso” con las circunstancias que rodearon la dimisión de Camps en la comunidad valenciana es como comparar la noche y el día. Porque allí sí se ha probado la desviación irregular de fondos públicos a una red de sinvergüenzas, allí hubo trajes y regalos constatados, y allí hubo imputaciones judiciales. Allí hubo caso, aquí no.

Más allá de las circunstancias del complicado momento político que vivimos y más allá de la particularidad combativa del Ministro escogido para esta caza mayor, cualquier ciudadano, político o no, puede sentirse hoy perfectamente indefenso ante este tipo de atropellos. Para intentar destruir la imagen de cualquier persona de bien, basta una voluntad decidida para hacer daño, un cómplice sin nada que perder y un buen aparato mediático.

Y si hacen esto cuando creen que van a ganar, ¿qué no harán cuando crean que van a perder?