Una película única en la cinematografía española. Una irrupción en el género carcelario que desborda credibilidad. Un drama complejo que mantiene en todo momento una narración tensa e inteligente, que logra mantener el suspense y el desasosiego en el espectador. Una novela de Francisco Pérez Gandul llevada al cine con precisión y acierto.
La historia comienza el día en que Juan Oliver (Alberto Ammann) se incorpora en su nuevo destino como funcionario de prisiones y se ve atrapado en un motín carcelario. Desde ese momento se hace pasar por un preso más, luchará para salvar su vida e intentar dar fin a la revuelta. El joven tendrá que jugársela a base de astucia, mentiras y un gran riesgo para su vida.
Todo el relato es una peripecia llena de violencia, con un ritmo trepidante que maneja la acción y el drama con gran maestría.
Daniel Monzón demuestra una habilidad extraordinaria adentrándose en el submundo carcelario, le envuelve en una estética sucia y áspera con la que logra mantener la hostilidad necesaria en el ambiente. A ese amplio abanico de perdedores, desquiciados y desalmados que son los amotinados, en algún instante, les concede algún toque de humanidad.
Luis Tosar encarna magistralmente a Malamadre esa bestia cruel que lidera a los reclusos desde su brutalidad pero con rasgos carismáticos. Fascina e hipnotiza pero sobre todo se le teme. Alberto Ammann, en su papel, está más que correcto, sobrio y certero. Eso sí, siempre empequeñecido ante la grandiosidad de Tosar.