Hasta 28 consejeros que fueron cesados siguieron utilizando las tarjetas. ¿Hablamos sólo de un caso inmoral? No, efectivamente es un robo de guante blanco, si ustedes quieren, por el uso de las camisas de los ladrones, pero ha sido un robo en mayúscula.

Eso se ha hecho en un país donde ahora no tenemos para sufragar los costes básicos de una España en ruinas, donde hay mucha gente que lo está pasando muy mal, en un país donde se reducen los derechos y servicios más esenciales como la sanidad o la educación.

Pero, ¿qué hemos hecho tan mal los ciudadanos para tener al frente durante años a un panda de corruptos? ¿Alguien ha echado cuentas de cuánto han robado en España desde el poder institucional, ocupando posiciones que los ciudadanos pagaban con sus impuestos y su trabajo? ¿Se va a exigir la devolución del dinero?

Y todavía mantenemos el respeto y educación con personajes tan siniestros como el propio Blesa o Rodrigo Rato, o aquéllos que se aprovecharon a la sombra de estas corrupciones.

Esto lo descubrimos ahora mientras Miguel Arias Cañete suda en Europa cómo justificar sus acciones en las petroleras, que ha vendido a su “brother-in-law” que, ¡¡oiga usted!!, no es “familia directa”, como quiere hacernos creer el posible comisario europeo.

En España hemos tolerado que Cañete tuviera acciones y gestionara un ministerio que chocaba con sus intereses personales, que Ana Mato siga al frente del Gobierno teniendo a su ex metido hasta las cejas en el caso Gürtel, que Camps siga paseándose y cobrando un sueldo público cuando la ruina de la Comunitat Valenciana tiene su nombre y apellido, o que la alcaldesa de Alicante se permita amenazar en plenos con una sonrisa sarcástica en su boca, pareciendo más la hija de Al Capone que una representante pública. Y no puedo hacer la lista de indeseables porque no terminaríamos el artículo.

La tomadura de pelo de Cañete en España es la cara de la misma moneda que las tarjetas fantasmas de Caja Madrid. Es esa seguridad de impunidad que hacía que España lo tragara todo, que aquí se pudiera robar con descaro, que la apropiación del dinero y bienes públicos fuera algo común, que el abuso del poder sea una constante en nuestro país, y que exista una “Casta” de un círculo de poder político y económico que se han reído de los ciudadanos, que han estafado, que han utilizado la política en su propio beneficio.

No hay novela negra que pudiera describir esta sensación tan sucia que sufre la democracia española.

Y no es posible que se arregle con la misma gente al frente de los gobiernos. El Gobierno del PP no cambiará su forma de hacer, puesto que están pringados hasta las cejas, y por eso se entiende esa disciplina férrea de sus cargos públicos, porque han cobrado sobresueldos en cualquier institución, desde el partido, a las Cortes a los Ayuntamientos (ahí está Rita Barberá como la política mejor pagada, así cualquiera defiende lo indefendible).

La corrupción española está tan metida en todos los rincones institucionales y allí donde existe una pizca de poder (aunque sea una tarjeta Visa o sólo un coche oficial), que no es fácil acabar con esta cultura del vicio y el engaño.

Estos mismos personajes son los que se atreven a meterse con Podemos, a buscar debajo de las piedras qué encontrarán para descalificarlos, cuando en realidad, Podemos está diciendo en voz alta lo que muchos ciudadanos piensan. Porque, independientemente de los problemas que Podemos tenga para hacer listas, de cuál sea su programa electoral concreto, de que es más fácil descalificar que construir, y de que las cosas no son tan sencillas cuando se entra en el sistema, de momento, su aparición ha hecho que el tapón de un sistema corrupto y cómplice entre unos y otros, estalle por el aire.

Lo primero que hay que hacer ahora mismo es descubrir todos los chanchullos y robos cometidos, juzgarlos y juzgar a los implicados, y desalojar del sistema democrático a quienes han hecho de él un verdadero vertedero.