¿Cómo se provoca el fracaso escolar y el desprestigio de la escuela pública?

Es una receta lenta que se ha de cocer poco a poco, removiendo bien todos los ingredientes hasta conseguir un guiso espeso. Y de eso, entiende bien Esperanza Aguirre. Esa receta consiste en tomar decisiones y actuaciones políticas, fuertemente ideologizadas, en un proceso lento que grave en el deterioro y la credibilidad del sistema.

Hay que recordar que cuando el PP ganó en 1996, se encontró un país que había sentado las bases para desarrollar y potenciar un sistema de educación pública, gratuita y universal, capaz de competir con la Educación Pública Europea. Faltaba camino por recorrer, y sobre todo, financiación que aportar, pero el camino ya estaba puesto, la conciencia social formada y todos los agentes educativos trabajando en la misma dirección. De hecho, la ciudadanía española en los años 90 apostaba con decisión por la Escuela Pública: gratuita, próxima, en el barrio, con profesorado preparado, integrada, socializadora, y, sobre todo, DE CALIDAD.

Recordemos que veníamos de un sistema de colegios franquistas, mayoritariamente religiosos privado-concertados, y con una precaria red de colegios públicos. Si un padre trabajador quería darle una buena educación a su hijo, debía ser ¡de pago! Era la herencia que con esfuerzo podían pagar, y por educar a un hijo, todo sacrificio era poco. ¡Qué curioso! Ahora los padres dicen lo mismo que en los años 70; hemos retrocedido 40 años. ¿Por qué? Ahora lo veremos.

Con el Gobierno socialista de Felipe González, las leyes educativas y la inversión consolidaron nuevas infraestructuras públicas, conveniaron conciertos para formar una red integrada, formaron al profesorado, introdujeron métodos nuevos, … en definitiva, cuando el padre apostaba por el mejor colegio para su hijo era, ¡sin ninguna duda!, el público: “porque si mi hijo vale, allí no regalan nada, él es igual que todos y cuenta su mérito”. Efectivamente, todo niño o niña es igual ante el profesor, sin apellidos ni presiones ni matrículas caras ni negocios, sino con su capacidad y habilidad para desarrollar su potencial.

Pero, el PP ganó en 1996. Aznar nombró a su primera Ministra de Educación: ¡Esperanza Aguirre! Y ella, empezó a cocer el guiso.

Al PP le gusta recordar que sus años de gobierno fueron los de mayor prosperidad económica y empleo de España. Entre otras cosas, vivíamos la bonanza económica internacional y estábamos en la cresta de la ola, incluido el boom inmobiliario, que luego ha pasado la factura de la “burbuja”, la “corrupción” y los empleos precarios. Pero esos años de bonanza económica no lucieron en la Educación, sino al contrario: con un descenso de la matriculación de alumnos, hubo también una menor inversión que en años anteriores, creando una brecha más grande entre España y la media europea.

Ése fue el primer dato: menos inversión en educación en relación al Producto Interior Bruto.

En segundo lugar, al haber menos matriculados, el PP decidió que no era necesario seguir realizando colegios, por lo que “frenó” las construcciones públicas. Así ocurrió en Valencia ciudad donde se eliminaron ¡todas las escuelas infantiles públicas! dejando sólo una oferta privada y carísima (la más cara de toda España) durante 20 años; o lo mismo pasó en la Comunidad Valenciana que su geografía comenzó a parecerse a un “mar de barracones”, llegando a tener casi 2000 (hoy siguen existiendo 1000 aulas prefabricadas). Curiosamente, los pueblos y municipios construían viviendas sin parar, el ladrillo se multiplicaba, pero el PP no hacía planes para desarrollar los servicios básicos como el colegio. Hemos visto construir barrios enteros para miles de vecinos sin otorgar la licencia de construcción del colegio.

En tercer lugar, el PP proclama la “libertad educativa” y superpone el derecho de elección de un colegio privado ¡por encima de cualquier otro derecho! como el de recibir una educación digna y de calidad para todos los niños y niñas por igual. Así, comienzan los conciertos con colegios privados que no cumplen la normativa educativa como la coeducación, la libertad religiosa o la integración de alumnado con necesidades especiales o sociales. Un segundo paso se produce años después cuando comienza la cesión de suelo público a los privados hasta llegar, como ocurre en Comunidad Valenciana, a que la oferta concertada-privada sea igual que la pública.

En cuarto lugar, el colegio público comienza a saturarse de alumnos pues las instalaciones necesarias no se han creado, suben las ratios, y se deteriora el espacio y las condiciones al dar clase en aulas prefabricadas que acaban convirtiéndose en permanentes durante más de diez años. Se eliminan las aulas complementarias como bibliotecas, laboratorios, salas, … para habilitarlas en clases; y no se desarrolla la adaptación a la Logse, puesto que el PP se negó a aceptar desde el principio aquella ley, Al no haber plazas, comienza la selección del alumnado y “se excluye” muy hábilmente a la clase media del sistema no proporcionando plazas, ofreciendo privados-concertados con magnífica promoción (a veces la publicidad era similar a comprar un adosado en el campo). Así, comenzó el éxodo de miles de niños de la ciudad, por ejemplo en Valencia, que todos los días cogían autobuses con recorridos de 20 y 30 km en busca de colegios que dispusieran de buenas instalaciones, método en inglés, deportes e informática. A nadie parecía importarle la calidad de la enseñanza o la formación del profesorado, la educación comenzó a comprarse por la publicidad, y a un precio altísimo: mensualidades de 600 euros y más que asfixian la economía familiar (y mucho más en esta época de crisis) y que supone un doble impuesto innecesario e injusto.

La realidad es que los padres y madres viven una angustia insufrible desde el momento que el niño nace pensando a qué colegio irá: el barrio no tiene escuela, o no hay plaza, o está saturado, o tiene mala fama, o hay que hacer trampa para la escolarización, … Una verdadera angustia que sólo se resuelve separando al niño de su ambiente social, de los amigos cercanos y de la proximidad a la vivienda.

En quinto lugar, cuando ya tenemos al alumnado seleccionado entre colegios privados-concertados y públicos, en función de su renta económica, y cuando el deterioro de las instalaciones públicas es evidente, comienza el segundo paso de la receta: desmontar la educación compensatoria, la capacidad integradora del colegio, la masificación de alumnos inmigrantes (un colegio con un 80% de inmigrantes y un sinfín de nacionalidades es un gueto y un problema, no una integración), las ayudas a la educación especial, las nuevas tecnologías y los ordenadores en colegios, …. Es decir, todos los recursos formativos que los profesores necesitan para dar clase en condiciones.

Y, por último, cuando la escuela pública ya está herida porque lleva años sufriendo los “ataques” ideológicos y políticos de quienes han pensado siempre que el sistema debe ser dual como dual debe ser la sociedad, llega la última cornada: reducir al profesorado, el verdadero corazón y bombeo del sistema educativo. Un profesorado que viene con las espaldas cargadas, que llora desesperado por tener 29 y 30 niños sin ayuda, con nacionalidades diversas a veces sin hablar castellano, sin profesor complementario ni programas de compensatoria, y recibiendo el desprestigio de “trabajar poco con demasiadas vacaciones”.

Esperanza Aguirre no ha engañado nunca. Desde que fue Ministra de Educación, dejó claro su concepto dual y elitista del sistema educativo, lo ha ido aplicando poco a poco en Madrid como el PP valenciano lo ha hecho en mi Comunidad.

Lo último que debemos recordar es a quien dejó el Ministerio de Educación doña Esperanza: ¡a Mariano Rajoy! (Ministro Educación 1999-2000).