Los votantes moderados y de centro del PP tienden a distanciarse de un partido al que consideran demasiado radical y de derechas para su gusto. El extremismo en las políticas y la desmesura en los pronunciamientos públicos puede granjear aplausos gratificadores a determinados líderes, pero cuanto mayor resulte el clamor de los aplausos y más intenso sea el fragor de la confrontación civil, más difícil puede resultar mantener la cabeza suficientemente fría, como para entender las tendencias políticas de fondo.

El PP vio debilitadas sus oportunidades electorales tras el atentado de Atocha del 11 de marzo, porque entonces no supo reaccionar con sensatez y altura de miras y trató de sacar ventaja partidista del terror, intentando manipular y ocultar los hechos. Ahora, casi tres años después de aquel error garrafal y de su empecinamiento en continuar manteniendo la confusión y la manipulación, un nuevo atentado (esta vez inequívocamente de ETA) ha llevado a los líderes del PP por la misma senda de la desmesura y de la pretensión de sacar ventaja de hechos que exigen respuestas democráticas unitarias.

El mensaje telefónico que empezó a enviarse a las pocas horas del atentado, con un texto cruel y lapidario (“Zapatero, llegaste a la Moncloa por Atocha y vas a salir por Barajas”), parece que se está volviendo, una vez más, exactamente del revés.

Los ciudadanos españoles no somos tontos, no queremos que se nos manipule, ni se nos engañe. La sensatez de la opinión pública parece que, nuevamente, tiende a poner las cosas en su sitio, manifestando su rechazo a los radicalismos y las desmesuras