Los puntos en consideración se refieren en primer lugar al ámbito donde nos movemos (la Unión Europea) y a la referencia ideológica más próxima (el Partido Socialista Europeo y por prolongación la Internacional Socialista). A partir de este ámbito y referencia se están discutiendo las políticas que finalmente aprobará el congreso: modelo de partido, estructura federal del Estado y defensa de las ideas socialdemócratas.
Esta minúscula contribución al debate se refiere, exclusivamente, al modelo de partido, aun a sabiendas de que los otros puntos son muy importantes. Sin embargo, son tratados más asiduamente, incluso en los medios de comunicación, cosa que no ocurre con los problemas derivados de un precario funcionamiento de la estructura partidaria. Ello no debe olvidar que las ideas- en este caso socialistas- son siempre las que justifican la creación y existencia de un instrumento partidario que resulta imprescindible para llevar a la práctica dichas ideas y defenderlas a todos los niveles, como ha quedado demostrado en la historia centenaria del PSOE. En esta tarea no hay atajos ni políticas a corto plazo que sean capaces de garantizar la democracia interna, la participación y el debate, así como la presencia de los militantes socialistas en el tejido social. Por eso, no resulta extraño que pocos quieran trabajar en las tareas organizativas; los dirigentes políticos quieren resultados a corto plazo y garantizar una fuerte repercusión mediática, lo que no es fácil de conseguir a través del trabajo oscuro y minucioso en el seno del partido, aunque éste resulte imprescindible.
Comenzaremos manifestando que los malos resultados de las elecciones municipales y de las generales del 20-N tienen causas anteriores a la crisis, aunque se alimentan considerablemente de las decisiones económicas y sociales tomadas por el gobierno socialista- desde el 9 de mayo de 2010-, impuestas y asumidas sin contestación aparente en la UE y, finalmente, en el seno del PSOE: fuertes políticas de ajuste fiscal, reforma constitucional con límites al gasto fiscal y, en otra dirección, el escudo antimisiles, entre otras medidas.
El 28º congreso del PSOE y, después, el posterior congreso extraordinario (septiembre de 1979) convocado para resolver la crisis de liderazgo provocada por la decisión de Felipe González de no presentarse a la reelección- a propósito del debate sobre el marxismo-, consolidaron al PSOE como un partido interclasista con todas las consecuencias. Pero, lo que es más importante, consolidaron además el fuerte liderazgo de Felipe González y de su equipo de dirección, sin contestación aparente en el seno del partido.
Después del triunfo del PSOE por mayoría absoluta en las elecciones del año 1982, la intensa acción reformista del gobierno significó el abandono de las tareas partidarias dejando al partido sin cometido concreto y sin autonomía en relación al poder institucional. Todo empezaba y terminaba en el gobierno: reforma de las estructuras económicas, lucha contra la inflación, reconversión industrial, reforma de la seguridad social, flexibilización del mercado de trabajo Esta decidida política de reformas chocó, a mediados de la década de los ochenta, con el conjunto del movimiento sindical y enfrentó al gobierno con la UGT, que participó activamente en las movilizaciones sociales (concretamente en tres huelgas generales: 1988-1992-1994) que terminaron con la pérdida electoral del PSOE en las elecciones de 1996.
Mientras esto ocurría en la década de los ochenta el PSOE no tuvo discurso propio y mucho menos crítico con una política gubernamental que los electores terminaron por rechazar como venía anunciando el movimiento sindical. La aparición de Izquierda Socialista y las escasas voces críticas de representantes de UGT en el comité federal fueron silenciadas o desprestigiadas y, en el mejor de los casos, no tenidas en cuenta. La política imperante suscribía sin contestación las políticas neoliberales: No importa el color del gato, lo que hace falta es que cace ratones (Felipe González). Otros ejemplos se referían a que España es el país donde más fácil y más rápidamente se gana dinero o que la mejor política industrial es la que no existe (Carlos Solchaga).
Los ocho años de oposición al gobierno del Partido Popular no sirvieron para revisar la situación interna del PSOE, ante la clamorosa falta de autocrítica del periodo anterior. Todo continuó igual. Se consolidó la idea de que la reforma de las estructuras del partido no era clave para ganar unas elecciones generales y que el apoyo de los sindicatos no era absolutamente necesario si éstos seguían insistiendo en su autonomía del poder político establecido. Bastaba con ocupar el centro político, interpretar las encuestas, una buena campaña de marketing y un buen candidato.
Después de los gobiernos conservadores (1996- 2004) el PSOE vuelve a ganar las elecciones aprovechándose de los fatales errores de Aznar en la guerra de Irak. Sin embargo, la situación del PSOE tampoco cambió y continuó siendo la misma en relación con el gobierno, consolidando Zapatero- desde su flamante secretaría general- la manera de hacer de Felipe González en cuanto a la organización del partido.
En la actualidad, el diagnóstico de la situación del partido parte de esta realidad y es compartido por amplias capas de la sociedad y por las bases del PSOE: el abandono de los principios y de las ideas socialistas- suscribiendo las políticas neoliberales de la UE- es el que ha producido la debacle electoral y convertido al PSOE en una organización irrelevante en las instituciones del Estado. A ello ha contribuido poderosamente que las agrupaciones vienen funcionando en precario en su relación con la ciudadanía; la militancia no tiene cauces activos de participación; el hacer proselitismo no tiene cabida en la acción partidaria; las Juventudes Socialistas no existen en términos reales; la democracia interna brilla por su ausencia; el debate partidario ha sido sustituido por las decisiones unilaterales de los órganos de dirección a todos los niveles; los órganos de control (comité federal y comités regionales) no cumplen con sus funciones y ello explica la consolidación de los órganos de dirección por tiempo indefinido sin dar cuentas a nadie (oligarquización del partido), lo que explica que algunos planteen la limitación de mandatos, aunque sea transitoriamente. Para algunos dirigentes, el partido ha sido y sigue siendo una salida profesional y bien remunerada por la que luchan todos los días sin haber tenido antes una profesión o actividad conocida (profesionalización de la política).
Por esas y muchas más razones, el PSOE necesita una profunda regeneración que supere los riesgos de desaparición (el futuro del PSOE no está asegurado). Para ello hay que volver a recordar los orígenes del partido encaminado en sus comienzos a organizar a los trabajadores con conciencia de clase (el obrero consciente) con el propósito de crear un hombre nuevo, distinto, cuando no opuesto, al que habían colaborado a crear la sociedad burguesa y la moral católica (espíritu pablista). En definitiva, se trataba de conseguir hombres libres, honrados, e inteligentes, comprometidos con las ideas socialistas en defensa de los más débiles y necesitados, así como con las políticas redistributivas contempladas en el llamado, posteriormente, Estado de Bienestar social. En aquel entonces, el arribismo y las corruptelas no tenían cabida en las filas socialistas: se elegía a los más honrados y capaces y se les vigilaba- al amparo de la democracia interna- como si fueran verdaderos delincuentes.
De la misma manera en las casas del pueblo se formaba ideológicamente a los militantes socialistas (una tarea olvidada desde hace años); sobre todo a los jóvenes a los que se quería separar de las plazas de toros, de las iglesias, de las juergas y de los abusos alcohólicos.
Una política de estas características impulsaba y debe seguir impulsando la participación en el tejido social: en el municipio (arropando a los concejales y criticando si es preciso sus decisiones); en los sindicatos (no sólo en UGT); en las ONG; en las asociaciones de barrio y de vecinos; incluso en el 15-M y en las redes sociales, ante el auge de Internet. Esta participación deberá recoger el sentir mayoritario de la sociedad y defender delante de la ciudadanía las alternativas decididas democráticamente en los órganos de dirección del partido (participación y comunicación activa).
En definitiva, se trata de propiciar un modelo de partido que recoja la historia y las viejas esencias, impregnado del barniz de la modernidad y de las nuevas tecnologías de la comunicación. Recuperar la credibilidad perdida debe ser una premisa imprescindible y organizar y entusiasmar a la juventud debe ser su principal objetivo. A partir de esta reforma partidaria será también más fácil defender las ideas socialistas (tienen plena actualidad), que deben ser sin complejos el distintivo de un partido moderno comprometido con la igualdad de oportunidades, la justicia social y la redistribución de la riqueza en el conjunto del Estado.
El congreso que se va a celebrar en los próximos días tiene una misión difícil y comprometida que va mucho más allá que la simple elección del secretario general. Se trata de regenerar el partido y eso no se hace sólo en un congreso; esta es una tarea que requiere años. Por eso, lo prioritario del congreso debe ser que se tomen las decisiones más adecuadas para iniciar una etapa que entronque con la historia del PSOE y sea respetuosa con la democracia interna, el debate y la participación de los militantes- desde las agrupaciones a la dirección federal- en la toma de decisiones.
Las primarias para elegir actualmente al secretario general y al candidato a unas elecciones generales- que son en buena medida el reconocimiento del fracaso de la democracia interna- debe culminar este objetivo porque, es justo reconocerlo, representan en la actualidad un verdadero revulsivo, son aceptadas por la militancia y tienen una gran proyección mediática. Estas son razones poderosas para que sean estudiadas con detenimiento, responsabilidad y altura de miras; sobre todo lo relativo a la participación de la ciudadanía como propone el modelo francés. Todo esto ya sería suficiente para recordar a este congreso en el futuro y entusiasmar a la militancia.