Ainhoa y Enric trabajaban en los campamentos saharauis de Argelia, apoyando al colectivo de refugiados más antiguo del mundo. Montserrat y Blanca habían acudido a Kenia para colaborar en la lucha contra la mayor crisis humana de los últimos años. Conociendo como conozco el mundo de la cooperación, estoy segura de que no se trata de aventureros inconscientes, sino de profesionales -entendido como especialistas, formados pero sensibles a los problemas de sus semejantes- que han elegido dedicar su experiencia y saber hacer a un campo profesional que no proporciona grandes sueldos, pero si enormes satisfacciones personales.

Trabajar en países en conflicto tiene sus riesgos. Son incontables los cooperantes y trabajadores de agencias internacionales que han sido asesinados en los últimos años.

Ahora parece que el secuestro es el riesgo al que deben de enfrentarse los cooperantes. Las organizaciones y grupos militares o paramilitares que llevan a cabo esas acciones buscan dos objetivos: el primero propagandístico, y el segundo, y no menos importante, económico.

Las consecuencias de esta situación, de esta nueva estrategia del terror, se extienden más allá de la situación personal de los secuestrados: para las poblaciones vulnerables con las que trabajan es desastrosa. Significa la suspensión de proyectos necesarios, vitales, en muchos casos. Significa, o puede significar, un empeoramiento grave de las condiciones de vida de miles de personas. La seguridad de los cooperantes, la seguridad en sus condiciones de trabajo, puede ser el fino hilo que separa la supervivencia de la muerte de miles de personas.

¿Qué podemos hacer ante este problema? ¿Deben estar los trabajadores humanitarios escoltados por fuerzas armadas para hacer su trabajo? Para eso, pensarán muchos con cierta razón, que sean los militares los que lleven a cabo ese trabajo. Es urgente debatir esta situación: Agencias, ONGs, representantes de los gobiernos, debemos replantearnos cómo evitar las dificultades cada vez mayores para llegar a las víctimas con seguridad. En muchas ocasiones, la ayuda humanitaria es lo único que les queda y no podemos permitir que lo pierdan.