En primer lugar, lo que hay que señalar es que las bolsas no son toda la economía y no hay que confundir los mercados bursátiles con el conjunto del funcionamiento de la economía real, aunque entre ellas haya una estrecha interdependencia. En efecto, la evolución de las bolsas es en muchos casos reflejo de la marcha de la economía real, y a su vez la caída de las bolsas afecta indudablemente al ahorro y la inversión, lo que tiene antes o después repercusiones en los sectores productivos.

En segundo lugar, hay que tener claro que los mercados bursátiles tienen un alto grado de componente especulativo, por lo que las caídas pueden obedecer a que se produzca un pinchazo de la burbuja especulativa, debido a que los valores de las diferentes cotizaciones no pueden subir indefinidamente y menos alejarse en exceso de los valores reales que representan los diversos valores cotizados. La bajada de la bolsa puede deberse a esto último y reacciona ante un exceso de crecimiento con ajustes que pueden ser más o menos bruscos o dolorosos.

En este último caso, podemos señalar que la tasa menor de crecimiento ha influido sobre las bolsas, que se encontraban a su vez sometidas a una sobrevaloración excesiva y con una elevada especulación. El descenso de la actividad económica ha influido en los mercados bursátiles, y se han superpuesto, además, el uso de malas prácticas, como las hipotecas de alto riesgo y las aseguradoras que han aparecido para garantizar la devolución de los préstamos que se han dado en exceso en la economía de Estados Unidos. El crecimiento en este país se ha producido en los últimos tiempos con un fuerte endeudamiento y esta forma de crecer ha sido uno de los rasgos que ha hecho estallar la situación.

El uso de las malas prácticas no es ajeno a la fase del capitalismo en la que vivimos, en el que desempeña un papel importante lo que Keynes denominaba el capitalismo de casino, fomentado en este caso aún más que entonces por la globalización financiera y la primacía que desempeñan las finanzas en el conjunto de la economía. Se han escrito artículos y libros sobre las modalidades de esta globalización y sus efectos perversos, pero una obra relevante es sin lugar a dudas la de Chesnais, La mondialisation du capital (Syros, París, 1994), que nos reporta un enfoque analítico de estos nuevos procesos que se han intensificado desde los años ochenta del siglo pasado. Las crisis financieras son muy bien explicadas por Galbraith en Breve historia de la euforia financiera (1991, Ariel, Barcelona).

Una vez que la economía crece menos lo que queda por dilucidar es qué repercusiones negativas se darán y qué es lo que se puede avecinar. Como factores negativos se encuentran las pérdidas en las bolsas y la menor demanda de Estados Unidos, que hará que las exportaciones de tantos países, sobre todo los asiáticos, que se dirigen hacia ese potente y fuerte mercado se reduzcan y su crecimiento se encuentre asimismo afectado. Como elementos positivos tenemos la buena salud económica de muchas de las grandes empresas que se han beneficiado de estos años anteriores de bonanza, y, sobre todo, en la Unión Europea, el buen estado de las cuentas públicas, que permite que los estados puedan intervenir en la economía insuflando gasto público y generando déficit, lo que puede compensar la posible entrada en un ciclo recesivo. Si los estados actúan con rapidez se pueden evitar males mayores y los costes sociales que toda crisis lleva consigo y que, como siempre ocurre, recaen sobre los sectores de la población menos favorecidos y los países menos desarrollados.