O sea, que en el museo europeo abundan hoy piezas dudosas que antes no lo eran, en manos de dirigentes y artistas sensatos cobraban más valor; la penúltima, la debida al Primer Ministro David Cameron al anunciar su referéndum para antes de 2018. Pese a que los grandes patronos europeos protagonizaran el movimiento unitario que condujo al Tratado de Roma y la integración continental, sus descendientes y la adversidad de estos tiempos han generado tensiones centrífugas, de egoísmo nacional y escepticismo identitario, como si la Patria antes que la Unión Europea estuviera en peligro y fuera necesario protegerla por parte de políticos díscolos y displicentes, pero enardecidos.
EL CAMINO QUE AÚN QUEDA
Todo ello sin que todavía sea posible olvidar el largo trecho que queda por recorrer en el camino de la rehabilitación económica y social de Europa, que también sería una rehabilitación política. Con lentes de ‘europtimismo’, sin embargo, pueden observarse las renovadas actuaciones del Banco Central Europea con la deuda, las propuestas de nuevas estructuras para lo que sería el Gobierno Económico Europeo y en fin la polémica cada vez mas rica y mas declarada entre el culto a la austeridad y el impulso para el crecimiento, el empleo y el consumo, en realidad una nueva manifestación de la lucha de clases. Se puede pensar con fundamento en la recuperación de un Estado de Bienestar y en el porvenir de una política socialdemócrata, llámese como se llame, predominante en Europa.
Así nos encontramos décadas después en búsqueda de las obras maestras y del auténtico europeo. O volviendo la oración por pasiva nos preguntamos hasta qué punto permanece ese mínimo común denominador que posibilitó la confluencia en la Europa Unida, porque hoy se achaca a David Cameron de recelar esa mayor integración, económica y eventualmente política, que la misma lucha contra la crisis habría hecho inevitable; el refuerzo de la integración política y económica, difíciles de separar, puede ciertamente ahondar la brecha entre los países del euro y los que se encuentran fuera de la moneda común, con pocas ganas de tomar el mismo camino. Ciertamente el discurso del Primer Ministro británico del 23 de Enero no se pronunció para asegurar un mejor futuro a Europa, sino para preservar la unidad del Partido Conservador.
CREYENTES Y DESCREÍDOS
Pero hablar de un Reino Unido anti europeo en tensión con un continente europeísta es algo demasiado simple. En toda la Europa Comunitaria se traza la división entre una élite política más bien eurófila y un electorado cada vez más euroescéptico. O sea que ese catálogo con las obras maestras, ese llamado “acervo comunitario” (acquis communautair) que parecía consagrado en tratados y pactos y que recogía lo mejores cuadros de la exposición, ahora incluiría piezas mediocres, sin gozar del reconocimiento de políticos, electores, académicos y expertos, más de uno arrojado a la cuneta por la crisis; por el contrario, y según el mensaje que desde Londres nos ha llegado, debe hacerse un nuevo catálogo a la medida nacional, recuperar competencias, con las ventajas del mercado único y sin los inconvenientes que la crisis acumula, para terceros países en especial.
Los rumores sobre la salida de Grecia, GREXIT, ya han sido reemplazados por los de la británica, BREXIT, el referéndum y la renegociación entre Londres y Bruselas. El euroescepticismo y la eurofobia, aunque se maticen con referencias a la necesidad de flexibilidad, descentralización y democracia en la Unión Europea, por insensatez, egoísmo y visiones a corto plazo, pueden acarrear para Gran Bretaña y con David Cameron y otros, posibilidades ciertas pero que desde luego no resultarían beneficiosas para la Unión Europea y probablemente tampoco para los británicos. Pero el catálogo europeo y su Museo Imaginario, la construcción de Europa y ese acervo que se ha ido incrementando precisamente, y gracias, a las crisis, quedarían seriamente dañados, con obras de calidad muy mediana.