Así, esta fábula popular no hizo más que plantearme una reflexión sobre nuestra propia sociedad. No por menos, hoy en día vivimos en una sociedad llena de anacondas de todo pelaje, de serpientes que encuentran su poder en engullir a la presa lentamente, aun cuando la misma les produzca una digestión lenta y pausada, hecho este para el que previamente realizan una danza de medición de la víctima, danza que llena de pulsos políticos económicos y sociales a través de los diferentes resortes del poder a su alcance sirve como antesala al festín que colmará por un momento un apetito voraz e insaciable.
Y es que las serpientes se han introducido en todos los ámbitos de la sociedad actual, y así es algo normal asistir a mediciones constantes de anacondas, boas, pitones y otros reptiles que intentan determinar si la presa puede o no ser devorada. Y es aquí, ante este hecho, donde es determinante la rectitud, la coherencia, la firmeza y la fuerza de quienes al ser medidos por semejantes reptiles deben de dar el hachazo oportuno que descabece a dichos elementos de voracidad ilimitada.
¿Acaso no se está midiendo nuestra propia democracia por las serpientes de la ultraderecha cuando se pone en tela de juicio la labor de un luchador de las libertades y los derechos como Garzón? Tal vez esta pregunta sea un ejemplo clarificador, si bien no el único que a tenor de esta reflexión podemos hacer, ya que también en otros ámbitos encontramos esas mismas mediciones de serpientes que en el seno de las empresas, las organizaciones sociales o los partidos políticos miden una y otra vez a quienes aportan en muchas ocasiones un nuevo prisma de las realidades o un aire fresco en las mismas, para posteriormente y en caso de que éstos no se mantengan firmes, ser engullidos, unas veces por serpientes de escamas canosas no abiertas a los cambios y en otras ocasiones, por serpientes de piel joven que prefieren mantener su espacio de caza para sí mismas sin ser compartido el mismo desde la generosidad y la búsqueda del interés general.
Así y de igual forma, vemos cómo día a día desde diferentes televisiones se llevan a cabo estos comportamientos que, recordando a los reptiles, miden nuestra propia capacidad autocrítica con programas que lejos de producir el rechazo generalizado de la sociedad española son seguidos con grandes cuotas de pantalla haciendo de nuestra sociedad civil una inerte presa al servicio de serpientes italianas y de otra índole que agazapadas entre la oscuridad de los despachos esperan el momento adecuado para engullir nuestra ya cada vez más debilitada sociedad.