Ante esta masiva acampada pacífica la Junta Provincial Electoral de Madrid la declara ilegal, ¿por qué?, por una cuestión de orden, parece ser que no, que es por una cuestión de intromisión en la campaña electoral. Y yo me pregunto ¿No tienen derecho los jóvenes a entrometerse en una campaña electoral, o tienen miedo a que hagan que la gente reflexione?

En cualquier caso no parece que vayan a hacer caso a la ilegalización y se mantienen en el mismo lugar en el que comenzó, la Puerta del Sol. Han puesto en marcha una gran organización donde se realizan asambleas, varias veces al día, así como diferentes comisiones que se ocupan de todos los aspectos que rodean a una acampada de tal magnitud.

Los policías miran atónitos e impotentes como una marea de jóvenes (y algunos no tan jóvenes) reivindican su derecho a que sus derechos sean defendidos y sean una realidad. Ven como el contrato social, propio de las sociedades organizadas de acuerdo al Estado del Bienestar, se está rompiendo. No pueden comprar ni alquilar una casa, no tienen un trabajo acorde a sus capacidades como tampoco un sueldo que se corresponda con ello. Sufren un 45% de paro juvenil y se emancipan con 34 años o más, y ¿Qué se esperaba que hicieran? ¿Qué se quedaran viendo lo que les ocurría?

Durante un largo periodo de tiempo se les ha pedido que se movilicen, que como podían estar soportando la situación que les rodea, que son apolíticos, que no les interesa nada, que solo quieren divertirse y hacer botellón. Esto ha dado la vuelta y esas voces críticas con la juventud ahora critican que se movilicen de esta manera.

No intentemos instrumentalizarlos. Que se expresen de las maneras, siempre pacificas, que ellos deseen, ya sea a través de acampadas, caceroladas, performance… Dejémosles que digan lo que tengan que decir y a partir de ahí, que todos los sectores sociales, políticos y económicos tomen nota. Es una marea de jóvenes que sufren una situación común y una gran desafección hacia los políticos. Quizá deberíamos preguntarnos por qué, si realmente se está sabiendo canalizar sus demandas, o por el contrario se les relega a una secundarización dentro de la sociedad.

En cualquier caso, ¿no deberíamos estar todos contentos porque haya miles de personas que se reúnan para hablar, dialogar o discutir sobre el funcionamiento de la democracia?