Mucho se podría comentar sobre el éxito de su candidato, sobre sus perspectivas, sobre la derrota de las izquierdas. Pero creo que es más adecuado hablar hoy de la hipocresía de la política de nuestro país.

¿Por qué hipocresía? Sencillamente porque desde hace años, desde la Transición, no queremos ver las cosas como son. Cuando se creó Alianza Popular no quisimos admitir que allí se habían refugiado los nostálgicos del Franquismo, es decir, la clásica y eterna ultraderecha española. Cuando se transformó en el Partido Popular y empezó a cosechar progresos y luego triunfos electorales se admitió que se debía al logro de haber conseguido unir desde el centro derecha hasta la derecha. Y claro, nos olvidamos de la extrema derecha. Esa gente que había llevado a Franco al poder, que le había aclamado durante casi cuarenta años, había desaparecido. La Transición, entre otros milagros, los había transformado en demócratas sinceros y las lecciones de la historia las habían aprendido para siempre.

Y nunca nuestros políticos se han extrañado de este milagro: en el país en el que sobrevivió tantos años una dictadura establecida a finales de los años treinta, la extrema derecha no conseguía ni la más mínima representación: ni un alcalde, ni un diputado, ni un senador… Nada de nada, como si no existiese, cuando brotaba con porcentajes de votos inquietantes por todos los países de Europa occidental. No puedo imaginar que ni los políticos, ni los periodistas no se enterasen de que eso no era lógico, que no era posible. De ahí que hable de hipocresía.

Hoy, ¿por qué pedimos al PP que desautorice las manifestaciones de algún alcalde o la venta de símbolos franquistas? Están en todos los escaparates de España. Y además, ¿con qué necedad se va a pedir al PP que se suicide? Porque si el PP se enfrenta, no es solo a los nostálgicos de una época pasada, es en realidad a quienes quieren que vuelva algo como esa época, se rompe. Lo que le ocurre a la derecha francesa, la división entre derecha y extrema derecha con además la repulsión de muchos de los votantes hacía esta, es lo que le impide gobernar. Únicamente eso. Y los dirigentes del PP saben muy bien que si entran en lucha contra la extrema derecha que cobija, entonces se escinde y ya no va a ganar elecciones. Es pragmatismo político.

Pero hay más. Es como dudar de que hoy una parte de esa extrema derecha está ya gobernando. La ley Wert, el proyecto de ley sobre el aborto, los recortes en política cultural no los rechazaría el Frente Nacional de Francia.

El peligro en Francia es realidad en España. Por fin parece ser que el PSOE va a revisar las relaciones con el Vaticano. Buena noticia, pero habrá que esperar la confirmación, porque la laicidad, la separación de la Iglesia del Estado será siempre la prueba que determine quién es de derecha, como cualquier derecha europea, y quién es de extrema derecha. Es decir, defensor del nacional catolicismo que en su tiempo se llamó Francisco Franco y que hoy viaja de incógnito por las filas del PP.