Lo primero es descalificar y así fijar un enemigo común, en este caso aquellos que más daño les están haciendo con sus movilizaciones contra una reforma laboral que pretende que se despida prácticamente sin coste a los padres, para contratar en condiciones de semiesclavitud a sus hijos. No son otros que los sindicatos de clase. Las diferentes portadas de los medios afines ayudan a fijar una imagen negativa de los movimientos sindicales y así tratar de frenar las convocatorias que seguramente seguirán realizando los sindicatos para concluir en una más que segura huelga general.

La campaña de desprestigio que ha sufrido el Secretario General de la UGT de Madrid es un claro ejemplo. Tachar de poco ético lo que cobra por su labor como jefe de este sindicato de clase y a la vez ocultar lo que cobran sus dirigentes a sueldo en Génova demuestra dos varas de medir muy poco razonables. Otro ejemplo es la portada que dedicó un medio de comunicación a unos asistentes a la manifestación de Madrid del pasado domingo, en la que se les veía tomándose unas cervezas después de la marcha, tratando con ello de descalificarles uniéndolo a las palabras “liberado sindical” que se demostró no ser una realidad.

Lo único que puede conseguir el Gobierno acudiendo constantemente a la mentira como lo está haciendo, es deslegitimar más aun a todos los colectivos organizados, partidos políticos, sindicatos, asociaciones…. y así conseguir una sociedad sin referentes en la que la gente se seguiría movilizando pero de forma descontrolada. Esto ya lo hemos vivido en países de oriente, donde la falta de referentes políticos en la oposición al encontrarse en plenas dictaduras provocaron movimientos espontáneos ciudadanos que en algunos momentos se descontrolaron. Lo mismo ocurrió recientemente en Francia, donde la desesperación ciudadana y la falta de liderazgos sociales provocaron unas de las más cruentas movilizaciones en uno de los barrios más deprimidos de París. Otro ejemplo lo encontramos en Grecia, donde la imagen de todos los colectivos sociales está muy deteriorada por la falta de soluciones a la crisis económica que afecta al país.

Sinceramente, creo que con esta actitud no van a conseguir minar la imagen de los sindicatos de clase, que tienen más años de historia a sus espaldas que el Partido del Gobierno. Tienen más trabajo y bagaje a sus espaldas y, por lo tanto, más legitimidad para defender los derechos de los trabajadores.

Otro ejemplo de buscar un enemigo común lo hemos vivido en Valencia. Las movilizaciones estudiantiles de chavales, en algunos casos menores de edad, ha tenido en vilo a toda la ciudad con actuaciones cuanto menos dudosas por parte de la policía. Sin embargo, todas las declaraciones públicas realizadas por parte de algún representante del Partido Popular, en lugar de calmar el clima y reconducir las movilizaciones, las han azuzado más, tratando de vincular la imagen de estos chavales con la “Kale Borroka”, sembrando la duda de una mano negra tras ellos procedente del Partido Socialista.

El Partido Popular debe replantearse su estrategia. No gana nada desactivando los referentes sociales porque las movilizaciones van a seguir existiendo si los ciudadanos se sienten agredidos por alguna de sus políticas. Sin embargo, la ausencia de estos líderes se les puede volver en contra, generando movilizaciones descontroladas y sin capacidad de interlocución con ellos. Además, las mentiras tienen las patas muy cortas y a Mariano Rajoy le puede ocurrir lo mismo que a José María Aznar, al que una revista estadounidense (“Foreing Policy”) le ha catalogado como uno de los cinco peores presidentes de la historia del mundo, por sus mentiras y mala gestión del atentado del 11M. Es lo que tienen las cortinas de humo, que cuando se difuminan se ve la realidad.