1) La firma de un nuevo Tratado de la Unión que recoge la mayor parte de los contenidos de la Constitución Europea elaborada por la Convención. Con este Tratado se avanza en democracia, eficacia y derechos, porque, respectivamente: el Parlamento Europeo asume más poderes legislativos, presupuestarios y de control; muchas más decisiones se adoptarán por mayoría cualificada en detrimento de la unanimidad; y se otorga carácter jurídicamente a la Carta de Derechos Fundamentales. Claro que el Tratado no es la Constitución, ha perdido la claridad de la misma y elementos como el Artículo 1, que establecía la doble legitimidad de la UE proveniente de los ciudadanos y los estados, y los símbolos. En este segundo punto, sin embargo, es preciso subrayar que 16 países (entre ellos España) han declarado oficialmente que serán de uso oficial en su territorio y que la Eurocámara (a través de un informe del que soy ponente) reformará su reglamento darles un estatus formal en sus actividades y sedes. Los símbolos, más aún cuando unen, importan como elemento de identificación democrática y comunicación pública, hacia dentro y hacia el exterior.
2) La creación del Grupo de Reflexión sobre el Futuro de Europa propuesto en su día por Francia que presidirá Felipe González. No sólo se trata de un reconocimiento a su capacidad y trayectoria, sino también al papel que España ha jugado y juega hoy con Zapatero en la Unión Europea. El nuevo Tratado no el es “fin de la historia” de la construcción europea. Quedan todavía muchas cosas por hacer hasta convertirnos en una unión política federal que tenga un auténtico gobierno económico y social y cuente todavía con más estados miembros.
3) El anuncio de que Prodi y Zapatero han reconducido la propuesta de “unión mediterránea” de Sarkozy hacia una “Unión Euromediterránea” que tendrá como objetivo fortalecer y profundizar política, institucional y presupuestariamente el Proceso de Barcelona.
También se ha hablado de Kosovo. Un reconocimiento unilateral de la independencia de este territorio por encima de las resoluciones internacionales y de la necesaria insistencia en la búsqueda de una solución negociada sería un error. Espero que no tropecemos otra vez con la misma piedra.